miércoles, 19 de diciembre de 2012

El Mundo es Nuestro (2012), de Alfonso Sánchez


Con la coyuntura socio-económica en la que nos desenvolvemos, yo gano más vendiendo polen, ¿aeh?
El “Cabesa”, interpretado por Alfonso Sánchez.
Hay algo que debéis saber desde el principio: esta es una película diferente. Primero, porque es la primera que se rueda en este país mediante crowdfunding. Segundo, porque no ahonda en el profundo abismo de tópicos manidos y soeces en que se halla sumida la comedia española. Tercero, porque, aunque tiene un excelente guion, no descuida, como tanto sucede en el cine actual, la dirección. Y, sobre todo, es diferente porque la protagonista es una ciudad, y además una ciudad atípica: Sevilla.
Bueno, miento, los protagonistas son dos auténticos personajes: el “Cabesa” y el “Culebra”, dos amigos poligoneros bastante descerebrados que planean un gran golpe. Como nos revelan en la hilarante primera escena, pretenden atracar un banco e irse a Brasil, “como el Dioni”. Claro que, como podemos intuir, el golpe no saldrá como esperaban: en un delirante giro de los acontecimientos, se verán encerrados en la sucursal bancaria que pretendían robar, siendo ellos mismos rehenes de un tipo pertrechado con explosivos que amenaza con hacerlos explotar si no acude inmediatamente la televisión.
Pero lo interesante es que hay toda una plétora de personajes igualmente descacharrantes que se nos van revelando de forma magistral a través de conversaciones surrealistas, y que, una vez terminada la película, forman un verdadero microcosmos en que están representadas todas las facetas de una ciudad con una “idiosincracia” muy particular: el director de sucursal corrupto, el empresario mafioso, la limpiadora sencilla sin pelos en la lengua, el oficinista gay, el currante que tiene que ir a sellar el paro (pero que tiene un chapuz con su cuñado, naturalmente), la pareja de treintañeros que quiere casarse y comprar una casa (al menos ella)… por no hablar de las autoridades: el comisario, los policías municipales, el delegado del gobierno, el Hermano Mayor de la cofradía, la periodista algo desorientada (mucho ojo con esta, que suelta algunas de las mejores perlas del film)… Todos ellos son personajes que en principio podríamos encontrar en cualquier ciudad, pero que tienen ese toque tan sevillita que los convierte en únicos.
Se trata, además, de una película con contenido social: una reflexión, en tono jocoso e irónico, acerca de la situación que atraviesa nuestro país. La crisis (económica, financiera, política, social) es el telón de fondo sobre el que se desarrolla la trama. Pero si hay algo meritorio en el guion de Alfonso Sánchez (el “Cabesa”) es que ni ese trasfondo de denuncia mata la comicidad y la capacidad dramática de la historia, ni el humor acaba por tapar la trascendencia del mensaje; algo muy difícil de encontrar hoy en día, especialmente en comedia.
También, como se ha mencionado antes, tiene mérito la dirección: el propio Alfonso Sánchez se encarga de ella, y no es simplemente un continente digno, sino que a menudo realza el poder cómico de las distintas escenas. Destaca claramente el juego de simetría entre los planos secuencia de la primera escena y la última. También se aprovecha estupendamente el recurso de grabar desde otras cámaras (la de la televisión, la del móvil de la periodista), y no se abusa del plano-contraplano; ya podría Christopher Nolan aprender de esto último. El trabajo de montaje tiene asimismo momentos gloriosos, como la rápida sucesión de intentos de la periodista por obtener imágenes exclusivas o los momentos finales en que los rehenes salen del edificio. A cambio, es más que perdonable el amateurismo de gran parte del reparto (con la excepción de un notable Antonio Dechent como delegado del gobierno).
Es realmente formidable la forma en que se desarrolla esta historia, una reafirmación más de cómo un argumento sencillo con buenos personajes y un solo escenario puede funcionar de maravilla. Se presentan los personajes, se da el incidente central (en este caso, el doble asalto a la sucursal) y se deja que los acontecimientos se desarrollen en muy poco espacio mediante diálogos siempre relevantes y transiciones entre el petit comité y las conversaciones grupales, hasta que al final la situación se resuelve de forma espectacular y trepidante. Y sólo se necesitan ochenta y seis minutos. Un buen ejemplo de este modelo es Reservoir Dogs, y de hecho podemos encontrar ecos de la obra de Tarantino (y hasta guiños explícitos) en un film poco convencional, pero que sabe explotar los recursos más sencillos y antiguos del buen cine.
El cierre quizás sea lo mejor de un argumento casi intachable: todo se resuelve a través de una procesión de Semana Santa. Una vez más, se aúna credibilidad dramática con comicidad y todo ello siendo fiel al espíritu sevillano. Espléndido final.
Eso sí, aunque la trama general se cierra bien, no ocurre así con las historias particulares de algunos personajes. Se echa especialmente en falta una profundización en la historia de la inspectora de policía Jiménez, cuya extranjería (la pobre es de Burgos) trae algunos de los momentos más graciosos de la película, pero que desaparece casi por completo en el último tercio del metraje.
Más allá de estos pequeños defectos, el resultado final es excelente, además de muy disfrutable. Se trata de una película de grandes méritos cinematográficos y con un mensaje de rabiosa actualidad que te hace reír a carcajadas. Verla es casi una obligación.

Puntuación: 8.5

martes, 11 de diciembre de 2012

Películas V (y fin)

Bueno, pues toca acabar esta lista. Es curioso: en el tiempo que he tardado en publicarla aquí en fascículos, ya se ha quedado desfasada; he visto varias películas que merecen entrar en ella. En todo caso, este top 5 se mantiene, y me cuesta imaginar que haya muchas películas que sean capaces de llegar tan arriba. Sin más dilación, os presento mis cinco películas favoritas:
5.- 21 Gramos, de Alejandro González Iñárritu.
Está en quinta posición, pero es con diferencia la película que más me ha emocionado. Una historia sobre la culpa, narrada con una estructura compleja, dando saltos continuos adelante y atrás en el tiempo. Sean Penn (uno de mis dos actores favoritos), Naomi Watts y Benicio del Toro bordan sus papeles, y transmiten una fuerza y una credibilidad que se apoyan en un guion brillante, que crea un tapiz de las emociones humanas más oscuras… y también de la redención. No puedo contaros nada sobre la historia, porque la arruinaría. Pero también cabe destacar la preciosa banda sonora, a cargo de Gustavo Santaolalla.

4.- Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola.
Un derroche de cine. Un espectáculo difícil de igualar. El retrato de la guerra de Vietnam de Coppola, que cerró una década de los setenta prodigiosa para el de Detroit, con tres obras maestras, es de tales proporciones que casi da vértigo recordar la película. El Corazón de las Tinieblas es una gran novela, pero existe una diferencia palpable entre el libro y la película: el señor Marlon Brando, que realiza la actuación que más me ha impresionado en mi vida. Veinte minutos le bastan para adueñarse del film… y de nuestras mentes. Martin Sheen tiene el papel principal, pero la verdadera protagonista es la selva; o, en palabras del agonizante coronel Kurtz: “El horror… ¡el horror!”.

3.- El Árbol de la Vida, de Terrence Malick.
Vale, esta debe ser la película más polémica de los últimos años. A muchísima gente le aburrió atrozmente, y resulta hasta comprensible: no es una peli fácil. Más bien todo lo contrario. Pero tuve la suerte de verla con alguien que la había entendido. Cuando sabes lo que tienes que mirar, cuando te orientan, empiezas a dejarte llevar por la belleza y el lirismo de las imágenes, y al mismo tiempo comprendes el sentido narrativo de las distintas partes del film. Así fue como aprecié la profundidad de una historia aparentemente incomprensible y deshilachada, y me emocioné como pocas veces ante el relato religioso y humano de un hombre marcado por su infancia, su relación con su padre, su hermano y su madre. Malick demuestra su inmenso talento exprimiendo con delicadeza la hermosura de cada plano, y dirigiendo a los actores a la perfección. Una joya.

2.- Pulp Fiction, de Quentin Tarantino.
La mejor película de los noventa. Como mucho, se lo puede discutir Uno de los Nuestros o La Lista de Schindler, pero es la película de esa década. Un pastiche de historias ligeramente absurdas, absolutamente irónicas, orgullosamente pop, violentamente veraces. Un retrato de la otra cara de la delincuencia, la cutre, la hilarante, la imprevisible. Una vez más, como hiciera en Reservoir Dogs, Tarantino juega con la estructura narrativa con una soltura y una genialidad que le dan a la película el estatus de clásico. Grandioso reparto coral, brutal banda sonora, escenas míticas a tutiplén y hasta citas bíblicas. Imprescindible.

1.- El Apartamento, de Billy Wilder.
Es curioso que esta sea la única película de Wilder de la lista, dado que le considero mi director favorito y que es, junto a Kubrick, John Ford, Alfred Hitchcock y, quizás, Martin Scorsese y Francis Ford Coppola, miembro de esa exclusiva shortlist de “mejores directores de la historia”. Pero es que con esta me vale. No hay una sola objeción posible, ni una pega, nada que no sea perfecto en grado sumo, sublime. Un guion impecable, brillante en todos los sentidos; una dirección alegre, sobria, inmejorable; una pareja protagonista (la increíble y guapísima Shirley MacLaine y Jack Lemmon, mi otro actor favorito) en estado de gracia, en el mejor momento de sus carreras; y la historia de amor más bonita y creíble que he visto en la gran pantalla. Nunca me cansaría de verla. Es simplemente demasiado buena.

Pues bueno, ahí las tenéis. Si queréis, comentadme cuáles de vuestras favoritas no han salido.
Estaré encantado de explicaros por qué son una mierda =) Un abrazo.

martes, 4 de diciembre de 2012

El piano y el hogar

La casa de tus abuelos parece de mentira. El nombre de la calle, Santa Engracia, ya tiene algo de irreal, de pretérito. Pero cruzar la puerta del piso es entrar en otra época: los largos y estrechos pasillos, las habitaciones atestadas de muebles de anticuario, las fotos en marcos barrocos, los techos altísimos… todo tiene un aroma añejo, como a cocido al mediodía y tarde de radio en el salón.
Subimos al piso de arriba huyendo del bullicio, de los niños que corretean y gritan. Llegamos a una habitación medio carcomida; parece mentira que no se derrumbe de podredumbre y nostalgia. Un retrato de tus abuelos preside la sala. Tu abuelo, exhausto, con expresión afable, sentado, y tu abuela justo detrás con la sospecha en el rostro; parece que desconfiara de nuestra juventud, como si alteráramos la vetusta estabilidad de la casa. Por toda iluminación, una lámpara achacosa, que apenas alcanza a alumbrar más que una vela y cuyo escaso haz de luz le da a la estancia un tono sepia. Y en el centro, cual superviviente improbable del tiempo y el olvido, un piano.
Tú te diriges a él sin dudarlo, atraída por una conexión primaria que sólo los músicos parecéis comprender. Yo me tumbo en el sofá más viejo del mundo, cierro los ojos y me dejo llevar.
Empiezas a tocar. Primer movimiento de la Sonata para piano nº 8, “Patética”, de Ludwig van Beethoven. De repente, la música inunda el cuarto. La conmoción que provocan los intensos acordes es tal, que casi parece que la casa se va a derrumbar. El polvo vuela, la luz de la lámpara parpadea, las paredes y el suelo crujen, el sofá tiembla y parece que va a hundirse bajo mi peso. Tú, llevada por una pasión que jamás había visto en ti, tocas; tu pelo se agita y tus manos se mueven más rápido de lo que puedo discernir. Tu comunión con el instrumento es tal, que apenas percibo dónde acaban tus dedos y dónde empiezan las teclas. Y la música romántica sigue atronando, con la fuerza de una estampida, llevándose por delante la paz y el moho de aquel hogar anciano, creando un torbellino de vida que a punto está de destruir los cimientos del edificio.
Entonces, termina la pieza.
Me miras y sonríes. Y me doy cuenta, de pronto, de que nunca has sido verdaderamente feliz. “A veces olvido lo joven que eres”, te digo, sin explicarte lo que quiero decir. Aún no has tenido tiempo de morir un poco por dentro, de sufrir lo suficiente para encontrar lo que te haga ser tú misma. Y sin embargo, has vivido tantas cosas… Tú, la eterna pasajera, la apátrida de nacimiento, que conoces más de lo que recuerdas de este mundo bello y sucio.
Entonces lo entiendo. No importa a dónde vayas, no importa cuánto te pierdas, la música siempre está contigo. Tienes el poder de hacer cosas como esta, devolverle la vida a una casa abandonada, aunque sea por unos minutos. Te envidio, aunque sea más viejo que tú, aunque ya no viva en la indefinición de la adolescencia, porque jamás he podido jugar así con el mundo. Es un tesoro que guardas con cariño, y que no compartes con cualquiera.
“Gracias”.
Cuando bajamos, encontramos a las pequeñas fieras que son tus primos sentados silenciosamente al pie de la escalera, embobados aún por el espectáculo de furia y risa que has desplegado. Y no podemos más que sonreír.

[Sé que esto no compensa el relato que te debo, que no es más que un mal retrato de un breve momento. Te mereces una gran historia. Pero, hasta que la vivas o la invente, espero que esto te entretenga.
Te quiero mucho, prima]

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Películas IV



10.- Blade Runner, de Ridley Scott.
Es curioso, pero creo que en el momento de verla, esta película no me fascinó tanto. Es decir, me di cuenta de que era muy buena, pero… tengo la sensación de que, con el tiempo, el recuerdo la ha convertido en una de mis favoritas, y en cambio mientras la veía no me entusiasmó tanto como otras que ya han aparecido en la lista. En resumen: tengo que volver a verla. Pero una cosa es segura: es un peliculón, me guste más o menos. Sólo por el discurso final de Rutger Hauer merece la pena verla diez veces.

9.- El Caballero Oscuro, de Christopher Nolan.
Suelo decir que, de todas las películas de Nolan, Memento (ausente de esta lista por muy poco) es en realidad la más redonda. Entonces, ¿por qué me gusta más El Caballero Oscuro? En primer lugar, porque es más grande: cuenta una historia descomunal de manera tremendamente efectiva, y te sacude brutalmente. En segundo lugar, el universo de Batman me ha fascinado desde hace años, desde mis primeros acercamientos al mundo de la ficción. Y en tercer lugar: Heath Ledger.

8.- El Sur, de Víctor Erice.
Es increíble lo que consigue esta película, la única española de la lista. La historia de una hija de maestros republicanos que crece en un pueblo del norte de España, de la soledad y la tristeza que sólo aplacan el amor de su padre y las maravillosas historias sobre el Sur, ese lugar semi-mítico que la acompaña siempre pese a no haber estado nunca allí, me tocó muy hondo. Especialmente reseñable es el trabajo de un mito, José Luis Alcaine, en la fotografía. Lo increíble es que el film está sin terminar. Se quedaron sin fondos a mitad. Y aun así, pese a que no aparece el personaje del gran Fernando Fernán Gómez, es perfecta.

7.- Senderos de Gloria, de Stanley Kubrick.
Tercera y última película de Kubrick que aparece en esta lista. Casualmente (o quizás no tanto), es la primera que vi. Hay muchos niveles a los que esta película me marcó. Reconozco que, como con tantas cosas en mi vida, está asociada a una canción, y eso tiene su peso. Pero los méritos cinematográficos son apabullantes (una palabra que le va mucho a Kubrick). Técnicamente impecable e innovadora, la historia que cuenta está cerca de deslizarse hacia lo tópico, y sin embargo se mantiene vibrante y honesta, gracias en gran medida a un gran Kirk Douglas. Y esa escena final…

6.- Ser o No Ser, de Ernst Lubitsch.
Un clásico. La comedia más perfecta, más clásica, más efectiva, que he visto nunca. También tengo buenos recuerdos asociados a ella, pero en este caso lo que pesa es el puro genio de Lubitsch para convertir en hilarante la invasión nazi de Polonia. Así de simple. Un equilibrio perfecto entre gags absurdos y una historia emocionante y cómica a partes iguales. Brillante.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Sobre la Soledad

Ya pasó: ya he dejado que se empañe
la ilusión de que vivir es indoloro.
Pensaba que los momentos extraños de mi vida habían concluido y, sin embargo, aquí estoy, sin saber muy bien hacia dónde voy, sin un objetivo claro, perdido. Perdido en la ausencia y la apremiante realidad de una vida diaria que no ha cambiado gran cosa, pero que se ha quedado sin brillo, sin color, como la imagen de un televisor antiguo. Es extraño no tener con quien compartir lo que me pasa, no tener nada que me retenga en ningún lado, no pensar siempre en alguien antes de irme a dormir. Tanto tiempo siendo la mitad me ha dejado ahora en blanco. Diría que la siento como un miembro fantasma, pero en realidad soy yo el que se siente un fantasma. Me he quedado vacío. Me siento hueco.
A veces estoy rodeado de gente y me siento solo. Y no es culpa de los demás. Nadie puede ocupar esta laguna. Lo que he perdido no es remplazable. Tengo que curarme solo. Pero no puedo recluirme, quedarme atrapado en mi propio encierro y huir del mundo. Tengo que curarme a base de estrellarme contra el muro que me aísla. Tengo que romperlo.
Hay cosas que había olvidado. Cómo hablar con la gente. Lo que se siente cuando sales y no sabes muy bien qué pasará. La experiencia de empezar a conocer a una persona. A mí esas cosas me gustaban. Se me daba bien improvisar, ir a mi aire, hasta que el cuerpo aguante, bailar con las noches de mi ciudad y salir ganando. O perdiendo. Y eso también lo había olvidado: la sensación que provoca la incertidumbre, la posibilidad de aburrirse, de no encontrar a nadie afín, de no hacer nada interesante, de que la cosa sea un desastre. El vértigo. Tenía tanta seguridad, tanta estabilidad, que no recordaba que la vida no es ganar siempre. A veces correr el riesgo merece la pena. Espero no olvidarlo esta vez.
Vaya… de pronto ya no todo es tan malo. No todo es tan oscuro. Busco y lo encuentro sin esfuerzo: el hecho es que estoy solo. Pero quizás no sea todo lo horrible que pensaba. Quizás… hasta pueda acostumbrarme. Divertirme. Sacarle partido. Aprender cosas. Yo qué sé, a lo mejor incluso ser feliz.
Mierda, y yo que pensaba que estaba triste.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Películas III



Tras el descanso prometido, vuelvo a la tarea de contaros cuáles son mis películas favoritas. Tercera entrega:
15.- El Padrino (partes I y II), de Francis Ford Coppola.
Bueno, ¿y qué os voy a contar de la mejor película de todos los tiempos? Pues que la segunda parte, de la que se habla menos, por lo general, es tan buena como la primera, o incluso mejor. En todo caso, os recomiendo que veáis ambas seguidas, ya que la historia es bastante unitaria. Sobre la tercera parte, no digo nada: no la he visto, pero poca gente habla bien de ella. Conformaos con estos trecientos setenta y cinco minutos del mejor cine jamás grabado, con los tres mejores actores masculinos de todos los tiempos (Brando, Pacino y De Niro) incluidos en un reparto escandaloso.

14.- Reservoir Dogs, de Quentin Tarantino.
Puede que el secreto de la primera película de Tarantino sea lo simple del argumento: un grupo de ladrones profesionales atracan una joyería y les sale mal. Surgen sospechas de que puede que haya un infiltrado policial. Y a ver qué pasa. Hay muchas cosas míticas en esta peli, pero lo que la eleva a lo más alto del séptimo arte contemporáneo es la forma en que Tarantino cuenta esta sencilla historia: un único escenario de la trama, flashbacks, humor negro (su sello de identidad) y elipsis narrativas que hacen que crezca la tensión hasta un desenlace sorprendente. Obra maestra del thriller, y de la comedia.
13.- La Vida de Brian, de Terry Jones.
Vale, igual me estaba quedando un poco seria la lista. Para compensar, llega el Séptimo de Caballería en lo que a comedia se refiere: los Monty Python. Llevo años sin ver esta peli, pero es que el recuerdo es indeleble: en mi vida me he reído tanto. Hay comedias más arriba en la lista (por otro tipo de consideraciones), pero en cuanto al mero hacer reír esta se lleva la palma. ¿Para qué os voy a contar de qué va? Basta esta escena para animar a cualquiera con dos dedos de frente a verla.
12.- I’m Not There, de Todd Haynes.
Aquí se tenía que notar mi afición por la música. En concreto, por el poeta más grande que se haya equivocado de oficio nunca: Bob Dylan. Está claro que no es una peli para todos los públicos: se requiere una pasión por la música y la vida del de Duluth de nivel avanzado (tipo “cariño, esto empieza a ser un problema”), y unos conocimientos sobre su trayectoria musical importantes. Pero darle una oportunidad nunca está de más. Y, desde luego, el que la entienda alucinará. Pero vaya, una peli en la que hay seis personajes distintos basados en la misma persona nunca es fácil.
11.- El Club de la Lucha, de David Fincher.
Yo la verdad es que me río mucho con lo que dicen de esta peli. Por algún motivo incomprensible, la gente se piensa que es un canto al fascismo y la ultraviolencia. Más o menos como con La Naranja Mecánica. En mi opinión, esta es una de las obras más potentes de crítica al capitalismo y el consumismo que se han realizado. Brad Pitt hace una de las mejores interpretaciones de su carrera, y bueno… verle sin camiseta tampoco está mal. Además, tiene un significado bastante especial para mí, porque una tal Sra. Piña en cierta ocasión me dijo que la había conocido en un momento extraño de su vida. Si la veis, lo entenderéis: yo no puedo hablar del tema. Es la primera regla. Ah, y Where is my mind?

viernes, 2 de noviembre de 2012

Un cuervo negro (Dolor)

(AVISO: en esta entrada seré muy explícito acerca de mis sentimientos. Si alguien considera que se puede sentir violento por ello, o sencillamente no está interesado, recomiendo que no siga leyendo)

This is my excavation
and today is Kumran.


Respira hondo. Toma impulso.
Deja que te inunde.
Duele. Claro que duele. Pero no huyas del dolor. No puedes, y no debes.
Ahora. Siéntelo.

Los puños cerrados. Los ojos nublados. Las mejillas encharcadas. La garganta desgarrada de gritar y gritar. Y el corazón, hecho pedazos, que se te escapa a cada respiración.

Vuelve. Respira. Tranquilo.

Pensabas que sabías lo que era el dolor, pero no era así, ¿verdad? No hay nada que se le parezca. Cuando lo sientes, lo sabes. Como el amor. Al fin y al cabo, son las dos caras de una misma moneda.
Dicen que el tiempo lo cura todo. No es cierto. No te engañaré: esto no se irá. Pero pronto será sólo una leve punzada, un molesto zumbido, un breve temblor. Aprenderás a vivir con ello.
No hay más. Pero tampoco menos. Recuerda por qué sufres. Recuerda lo que has vivido. Sabes que ha valido la pena. Sabes que habrías dado cualquier cosa por vivirlo. Sabes que será parte de ti para siempre.
No te tortures. No te compadezcas. No te pierdas.
Volverás a sonreír, a aprender, a bailar, a ilusionarte. Pero no tengas prisa. Reconstruir una vida no es tarea fácil. Demonios, es lo más duro que harás nunca. Pero eso también merecerá la pena.
Y, cuando vuelva este dolor (volverá, no lo dudes), recuerda que es un dolor necesario. Así que respira hondo, toma impulso y…

This is not the sound of a new man
or crispy realization;
it’s the sound of the unlocking and the lift away:
your love will be
safe with me.

sábado, 27 de octubre de 2012

Películas II



Aquí viene la segunda entrega. La próxima entrada intentaré que sea de otra cosa; ya sabéis, no me gusta cansaros.
20.- ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú, de Stanley Kubrick.
Esta película la recuerdo… con dificultad. Digamos que no estaba en perfecto uso de mis facultades mentales cuando la vi. Lo cual no impidió que apreciara lo tremendamente buena que es (y, además, facilitó la risas). Aun así, cada vez que pienso en comedias, en el sentido más clásico de la palabra, las que se me vienen a la cabeza son esta y Ser o No Ser. Lo único que es voy a contar es: atentos a Peter Sellers, a ver en cuántos papeles le reconocéis.

19.- ¡Olvídate de Mí!, de Michel Gondry.
Vale, en primer lugar: se llama Eternal Sunshine of the Spotless Mind (pasad de la traducción, es horrenda). En segundo lugar: Jim Carrey es capaz de hacer, por una vez y sin que sirva de precedente, un papel serio (y si le acompaña Kate Winslet, la mejor actriz de su generación, mejor que mejor). Y en tercer lugar: es una peli romántica. La más abiertamente romántica de la lista. Pero es fantástica. Así que no la juzguéis sin verla, porque os perderéis una pequeña joya.

18.- Million Dollar Baby, de Clint Eastwood.
Hace demasiado tiempo que no veo esta película. Años y años. Pero recuerdo nítidamente las sensaciones que me produjo. Es absurdo intentar describirlas, porque la película es tan descarnada y honesta que lo que hay que hacer es ver a Hillary Swank, Morgan Freeman y al duro de Clint vivir sus tristes vidas y dejar que sus portentosas actuaciones transmitan todo lo que tienen que transmitir, que es muchísimo. Una de esas películas que dejan huella.

17.- Midnight in Paris, de Woody Allen.
Ninguna peli de Allen me ha atrapado como esta. Tiene algo especial, tiene encanto, tiene magia. Desde luego, tener como personajes a Picasso, Gertrude Stein, Francis Scott y Zelda Fitgerald, Cole Porter y, sobre todo, Ernest Hemingway, ayuda y mucho. Pero la clave es la sincera ingenuidad con que un Owen Wilson sorprendentemente creíble se encuentra con los prodigios de la Ciudad de la Luz. Y esa banda sonora…

16.- La Naranja Mecánica, de Stanley Kubrick.
Si hay algo así como una película perfecta (que yo haya visto), es esta. Kubrick apabulla con una puesta en escena extremadamente cuidada para narrar una historia sobre la ultraviolencia y las consecuencias negativas del conductismo y el totalitarismo. Contiene la mejor escena de sexo jamás filmada (un ménage à trois a cámara rápida mientras suena la obertura de Guillermo Tell, de Rossini), una versión espeluznante de “Singing in the Rain” y la moraleja más perversa del cine. Redonda.