miércoles, 19 de diciembre de 2012

El Mundo es Nuestro (2012), de Alfonso Sánchez


Con la coyuntura socio-económica en la que nos desenvolvemos, yo gano más vendiendo polen, ¿aeh?
El “Cabesa”, interpretado por Alfonso Sánchez.
Hay algo que debéis saber desde el principio: esta es una película diferente. Primero, porque es la primera que se rueda en este país mediante crowdfunding. Segundo, porque no ahonda en el profundo abismo de tópicos manidos y soeces en que se halla sumida la comedia española. Tercero, porque, aunque tiene un excelente guion, no descuida, como tanto sucede en el cine actual, la dirección. Y, sobre todo, es diferente porque la protagonista es una ciudad, y además una ciudad atípica: Sevilla.
Bueno, miento, los protagonistas son dos auténticos personajes: el “Cabesa” y el “Culebra”, dos amigos poligoneros bastante descerebrados que planean un gran golpe. Como nos revelan en la hilarante primera escena, pretenden atracar un banco e irse a Brasil, “como el Dioni”. Claro que, como podemos intuir, el golpe no saldrá como esperaban: en un delirante giro de los acontecimientos, se verán encerrados en la sucursal bancaria que pretendían robar, siendo ellos mismos rehenes de un tipo pertrechado con explosivos que amenaza con hacerlos explotar si no acude inmediatamente la televisión.
Pero lo interesante es que hay toda una plétora de personajes igualmente descacharrantes que se nos van revelando de forma magistral a través de conversaciones surrealistas, y que, una vez terminada la película, forman un verdadero microcosmos en que están representadas todas las facetas de una ciudad con una “idiosincracia” muy particular: el director de sucursal corrupto, el empresario mafioso, la limpiadora sencilla sin pelos en la lengua, el oficinista gay, el currante que tiene que ir a sellar el paro (pero que tiene un chapuz con su cuñado, naturalmente), la pareja de treintañeros que quiere casarse y comprar una casa (al menos ella)… por no hablar de las autoridades: el comisario, los policías municipales, el delegado del gobierno, el Hermano Mayor de la cofradía, la periodista algo desorientada (mucho ojo con esta, que suelta algunas de las mejores perlas del film)… Todos ellos son personajes que en principio podríamos encontrar en cualquier ciudad, pero que tienen ese toque tan sevillita que los convierte en únicos.
Se trata, además, de una película con contenido social: una reflexión, en tono jocoso e irónico, acerca de la situación que atraviesa nuestro país. La crisis (económica, financiera, política, social) es el telón de fondo sobre el que se desarrolla la trama. Pero si hay algo meritorio en el guion de Alfonso Sánchez (el “Cabesa”) es que ni ese trasfondo de denuncia mata la comicidad y la capacidad dramática de la historia, ni el humor acaba por tapar la trascendencia del mensaje; algo muy difícil de encontrar hoy en día, especialmente en comedia.
También, como se ha mencionado antes, tiene mérito la dirección: el propio Alfonso Sánchez se encarga de ella, y no es simplemente un continente digno, sino que a menudo realza el poder cómico de las distintas escenas. Destaca claramente el juego de simetría entre los planos secuencia de la primera escena y la última. También se aprovecha estupendamente el recurso de grabar desde otras cámaras (la de la televisión, la del móvil de la periodista), y no se abusa del plano-contraplano; ya podría Christopher Nolan aprender de esto último. El trabajo de montaje tiene asimismo momentos gloriosos, como la rápida sucesión de intentos de la periodista por obtener imágenes exclusivas o los momentos finales en que los rehenes salen del edificio. A cambio, es más que perdonable el amateurismo de gran parte del reparto (con la excepción de un notable Antonio Dechent como delegado del gobierno).
Es realmente formidable la forma en que se desarrolla esta historia, una reafirmación más de cómo un argumento sencillo con buenos personajes y un solo escenario puede funcionar de maravilla. Se presentan los personajes, se da el incidente central (en este caso, el doble asalto a la sucursal) y se deja que los acontecimientos se desarrollen en muy poco espacio mediante diálogos siempre relevantes y transiciones entre el petit comité y las conversaciones grupales, hasta que al final la situación se resuelve de forma espectacular y trepidante. Y sólo se necesitan ochenta y seis minutos. Un buen ejemplo de este modelo es Reservoir Dogs, y de hecho podemos encontrar ecos de la obra de Tarantino (y hasta guiños explícitos) en un film poco convencional, pero que sabe explotar los recursos más sencillos y antiguos del buen cine.
El cierre quizás sea lo mejor de un argumento casi intachable: todo se resuelve a través de una procesión de Semana Santa. Una vez más, se aúna credibilidad dramática con comicidad y todo ello siendo fiel al espíritu sevillano. Espléndido final.
Eso sí, aunque la trama general se cierra bien, no ocurre así con las historias particulares de algunos personajes. Se echa especialmente en falta una profundización en la historia de la inspectora de policía Jiménez, cuya extranjería (la pobre es de Burgos) trae algunos de los momentos más graciosos de la película, pero que desaparece casi por completo en el último tercio del metraje.
Más allá de estos pequeños defectos, el resultado final es excelente, además de muy disfrutable. Se trata de una película de grandes méritos cinematográficos y con un mensaje de rabiosa actualidad que te hace reír a carcajadas. Verla es casi una obligación.

Puntuación: 8.5

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