Con la coyuntura socio-económica en la que nos desenvolvemos, yo gano más vendiendo polen, ¿aeh?
El “Cabesa”, interpretado por Alfonso Sánchez.
Hay algo que debéis saber desde
el principio: esta es una película diferente. Primero, porque es la primera que
se rueda en este país mediante crowdfunding.
Segundo, porque no ahonda en el profundo abismo de tópicos manidos y soeces en
que se halla sumida la comedia española. Tercero, porque, aunque tiene un
excelente guion, no descuida, como tanto sucede en el cine actual, la dirección. Y,
sobre todo, es diferente porque la protagonista es una ciudad, y además una
ciudad atípica: Sevilla.
Bueno, miento, los protagonistas
son dos auténticos personajes: el “Cabesa” y el “Culebra”, dos amigos
poligoneros bastante descerebrados que planean un gran golpe. Como nos revelan
en la hilarante primera escena, pretenden atracar un banco e irse a Brasil, “como
el Dioni”. Claro que, como podemos intuir, el golpe no saldrá como esperaban: en un delirante giro de los acontecimientos, se verán encerrados en la sucursal bancaria que
pretendían robar, siendo ellos mismos rehenes de un tipo pertrechado con
explosivos que amenaza con hacerlos explotar si no acude inmediatamente la
televisión.
Pero lo interesante es que hay
toda una plétora de personajes igualmente descacharrantes que se nos van
revelando de forma magistral a través de conversaciones surrealistas, y que,
una vez terminada la película, forman un verdadero microcosmos en que están
representadas todas las facetas de una ciudad con una “idiosincracia” muy particular: el director de sucursal corrupto, el
empresario mafioso, la limpiadora sencilla sin pelos en la lengua, el
oficinista gay, el currante que tiene que ir a sellar el paro (pero que tiene
un chapuz con su cuñado, naturalmente), la pareja de treintañeros que quiere
casarse y comprar una casa (al menos ella)… por no hablar de las autoridades:
el comisario, los policías municipales, el delegado del gobierno, el Hermano Mayor
de la cofradía, la periodista algo desorientada (mucho ojo con esta, que suelta
algunas de las mejores perlas del film)… Todos ellos son personajes que en
principio podríamos encontrar en cualquier ciudad, pero que tienen ese toque
tan sevillita que los convierte en
únicos.
Se trata, además, de una película
con contenido social: una reflexión, en tono jocoso e irónico, acerca de la
situación que atraviesa nuestro país. La crisis (económica, financiera, política,
social) es el telón de fondo sobre el que se desarrolla la trama. Pero si hay
algo meritorio en el guion de Alfonso Sánchez (el “Cabesa”) es que ni ese
trasfondo de denuncia mata la comicidad y la capacidad dramática de la
historia, ni el humor acaba por tapar la trascendencia del mensaje; algo muy
difícil de encontrar hoy en día, especialmente en comedia.
También, como se ha mencionado
antes, tiene mérito la dirección: el propio Alfonso Sánchez se encarga de ella,
y no es simplemente un continente digno, sino que a menudo realza el poder cómico
de las distintas escenas. Destaca claramente el juego de simetría entre los
planos secuencia de la primera escena y la última. También se aprovecha
estupendamente el recurso de grabar desde otras cámaras (la de la televisión, la
del móvil de la periodista), y no se abusa del plano-contraplano; ya podría Christopher Nolan aprender de esto último. El
trabajo de montaje tiene asimismo momentos gloriosos, como la rápida sucesión de
intentos de la periodista por obtener imágenes exclusivas o los momentos
finales en que los rehenes salen del edificio. A cambio, es más que
perdonable el amateurismo de gran parte del reparto (con la excepción de un
notable Antonio Dechent como delegado del gobierno).
Es realmente formidable la forma
en que se desarrolla esta historia, una reafirmación más de cómo un argumento
sencillo con buenos personajes y un solo escenario puede funcionar de maravilla.
Se presentan los personajes, se da el incidente central (en este caso, el doble
asalto a la sucursal) y se deja que los acontecimientos se desarrollen en muy
poco espacio mediante diálogos siempre relevantes y transiciones entre el petit comité y las conversaciones
grupales, hasta que al final la situación se resuelve de forma espectacular y
trepidante. Y sólo se necesitan ochenta y seis minutos. Un buen ejemplo de este
modelo es Reservoir Dogs, y de hecho podemos encontrar ecos de la obra de
Tarantino (y hasta guiños explícitos) en un film poco convencional, pero que
sabe explotar los recursos más sencillos y antiguos del buen cine.
El cierre quizás sea lo mejor de
un argumento casi intachable: todo se resuelve a través de una procesión de
Semana Santa. Una vez más, se aúna credibilidad dramática con comicidad y todo
ello siendo fiel al espíritu sevillano. Espléndido final.
Eso sí, aunque la trama general
se cierra bien, no ocurre así con las historias particulares de algunos
personajes. Se echa especialmente en falta una profundización en la historia de
la inspectora de policía Jiménez, cuya extranjería (la pobre es de Burgos) trae
algunos de los momentos más graciosos de la película, pero que desaparece casi
por completo en el último tercio del metraje.
Más allá de estos pequeños defectos,
el resultado final es excelente, además de muy disfrutable. Se trata de una película
de grandes méritos cinematográficos y con un mensaje de rabiosa actualidad que
te hace reír a carcajadas. Verla es casi una obligación.
Puntuación: 8.5
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