domingo, 27 de mayo de 2012

Blunderbuss (2012), de Jack White


Sometimes someone controls everything about you,
and when they tell you that they just can’t live without you
they ain’t lying: they’ll take pieces of you,
and they’ll stand above you and walk away…
that’s right, and take a part of you with them.
Jack White en Missing Pieces
 
Así termina la primera canción de Blunderbuss, el primer disco en solitario de Jack White. Espera, ¿el primero? ¿En serio? Pues sí: pasados trece años tras el álbum debut de The White Stripes, cinco desde el último y apenas uno desde su disolución definitiva, Jack ha sacado por primera vez un disco enteramente suyo. Aunque esto también es cuestionable. Ahora veremos por qué.
Llevaba ya unos años divirtiéndose con proyectos como los muy recomendables The Raconteurs y con The Dead Weather (a quienes reconozco no haber escuchado mucho), pero Jack no alcanzaba el nivel de esos primeros tiempos con los Stripes. Tanto el primer disco homónimo, como White Blood Cells, Elephant y Get Behind Me, Satan lo encumbraron como el mejor guitarrista de su generación. Ahora su producción era interesante, pero poco más. No había riffs memorables ni solos de locura como en aquella época. Es inevitable pensar que, tal vez, el origen de esta relativa mediocridad tuviese algo que ver con su obsesiva manera de componer, con su idiosincrasia algo exótica, y el choque que esto pudiese producir con otros compañeros de banda. En The White Stripes, sólo estaban él y Meg, su mujer, o hermana, o lo que fuera. Crecieron juntos en lo musical y se entendían bien, y las limitaciones estaban claras: nada de bajo, nada de teclados, nada de sintetizadores; guitarra y batería, como mucho un piano ocasional. Ahora, las complejidades de una banda parecían limitar su potencial.
Pese a todo, su influencia era omnipresente. Incluso en The Dead Weather, donde toca la batería, se percibe a Jack en cada canción. De modo que era inevitable preguntarse: ¿no le iría mejor a su aire? A lo mejor si hiciese siempre lo que le diese la gana, las cosas le saldrían mejor. El problema, naturalmente, era que tenía que tocar con alguien. Un disco sólo con guitarra era demasiado excéntrico hasta para él, cuya canción favorita no tiene ni eso. Bien, la solución que se ha buscado no es especialmente original, pero sí relevante para el resultado final: cada día, al ir a grabar un tema, llamaba al primer músico de estudio que se le ocurriese dentro de su tupida red de contactos; si no contestaba, llamaba al siguiente. Así hasta completar un disco en el que ese modo tan artesanal e improvisado de hacer las cosas se nota (para bien) en cada canción. Cada músico ha hecho completamente suya su parte, dando una nueva dimensión a los temas.
Resulta interesante ver la breve pero hilarante entrevista con Gary Oldman (¡!) en la que explica todo esto. El resultado del proceso de grabación es que tiene dos grupos distintos (uno entero de mujeres y otro entero de hombres) que dan una dimensión distinta a cada canción al tocarla en directo. Desde luego, lo que ha quedado plasmado en el disco es un sonido rico y variado, lleno de detalles interesantes. Pero no perdamos de vista que, desde luego, esto no sería posible sin una selección de buenas canciones. Y Blunderbuss tiene muchas. Desde la ya mencionada Missing Pieces a los singles (la bella pero inquietante Love Interruption, la más eléctrica Sixteen Saltines, reminiscente de la época con los Stripes, e incluso la más estridente y cuasi rapeada Freedom at 21), pasando por un cover brutal del clásico del R&B I’m Shakin’, que ya está apareciendo por doquier en series y anuncios. Canciones que tienen todas ellas una cosa en común: hablan de mujeres, y no muy bien.
Siguiendo a su idolatrado Dylan en la línea de mezclar canciones de amor delicadas con otras que hacen gala de la más virulenta misoginia (más o menos explícita), White retrata escenas de lo más amenazadoras y hasta violentas, especialmente en la primera mitad del disco; la segunda recoge composiciones más bien optimistas, con un tono más irónico en ocasiones. Desde luego, la concepción del amor que se desprende del disco es algo sádica. Conviene recordar, pues, que el año pasado no sólo finiquitó su relación artística con Meg White, sino que también se divorció de Karen Elson. Parece una conexión bastante obvia, pero la participación de la propia Elson en el disco, haciendo coros en varios temas, resulta desconcertante. Aunque, en fin… Jack White produce él mismo los discos de Elson. Entender a este hombre, y más sus relaciones con las mujeres, tampoco es mi objetivo en esta crítica.
En lo estrictamente musical: gran disco, candidato desde ya a mejor del año. Canciones excepcionales, mejores cuanto más raras y alejadas de su producción anterior. Blunderbuss, Love Interruption, Trash Tongue Talker y las divertidísimas Hip (Eponymous) Poor Boy y I Guess I Should Go To Sleep son las mejores, pero no hay ninguna realmente floja. Además, cierra francamente bien, algo que me parece particularmente crucial en los discos "de canciones" (los no conceptuales, es decir, los más). Si hay alguno más devoto de su época más ruidosa y cañera: no te escandalices. Dale una oportunidad, de verdad que merece la pena. Por mi parte, probablemente me lo compre… cuando tenga dinero para ello.

Puntuación: 8.7.

martes, 22 de mayo de 2012

Literatura, o de cómo aqueste blog tornóse serio y elevado

Cambiemos de tercio: toca literatura. Para introduciros de manera aproximada a mis gustos, me propuse elegir mis cinco novelas preferidas. Desde luego, sí, es un suicidio; mi solución fue hacer una lista más larga, para no sentirme culpable al dejar fuera tantas novelas fantásticas. Sin embargo, para no cansaros demasiado, he aquí mi top five de novelas. Eso sí, recordad que aún soy joven: me faltan muchas grandes novelas por leer. Recomendadme vuestras favoritas, y las pondré en mi larga lista de libros pendientes. Por cierto, algunas las he elegido sencillamente porque me gustó leerlas, otras por el recuerdo que me dejaron y otras porque influyeron en mi gusto literario. La verdad, ha sido un poco aleatorio.

5.- La Colmena, de Camilo José Cela.
Siempre me ha sido muy difícil elegir entre La Colmena y La Familia de Pascual Duarte. Son dos libros que me encantan, y que marcaron un antes y un después en mi vida como lector. Sin embargo, aunque La Familia de Pascual Duarte amplió mis horizontes en cuanto a técnicas para contar una historia, y creo que la disfruté más mientras la leía, La Colmena sigue siendo la mejor novela, en el sentido clásico, que he leído. La forma de cruzar historias y personajes es magistral, las descripciones consiguen que te metas de lleno en el ambiente de Madrid en la posguerra, y la conclusión es sencillamente perfecta. Quizás La Familia de Pascual Duarte sea más pasional, visceral, y consiga descolocarte más, pero La Colmena es una obra maestra de la Literatura Universal. Y eso cuenta.

4.- The Sandman, de Neil Gaiman.
Vale, está claro: The Sandman no es exactamente una novela. Pero tampoco es un cómic al uso; es una historia que se concibe como una novela y se desarrolla como una serie mensual de cómics. Pero su valor literario es el de una gran novela trágica: es la historia del Rey del Sueño, que es encerrado durante setenta años en una cárcel de cristal, y que cuando consigue escapar ha cambiado más de lo que quiere admitir. Tal vez más de lo que puede aceptar. A lo largo de diez arcos argumentales, que narran desde un descenso a los infiernos que acaba de forma sorprendente hasta pequeñas historias sueltas, con una mera conexión simbólica con la historia principal, Neil Gaiman retrata personajes sobrenaturales y mundanos por igual, conectando todas las historias a través de la familia de los Eternos: Destino, Muerte, Sueño, Destrucción, Deseo, Desesperación y Delirio. Los Eternos no son dioses: son la proyección, la encarnación de los actos humanos y animales que denotan sus nombres. Esta forma de concebirlos los une estrechamente a la raza humana, y eso hace que, como todas las grandes historias, sea una reflexión profunda acerca de la naturaleza humana y de la vida en nuestro tiempo. Además de todo esto, es una historia sobre historias: el propio Morfeo ostenta el título de Príncipe de las Historias, y es que The Sandman es una obra que se observa a sí misma, a su medio y a la literatura en general. Probablemente ninguna lectura reciente haya trastocado tanto mi concepción de la literatura. Para rematarlo, los múltiples dibujantes de The Sandman hacen un trabajo excepcional, convirtiendo The Sandman en un trabajo completo, que saca partido de las ventajas visuales que ofrece el cómic y del gran talento como escritor de Neil Gaiman. Atentos a los juegos del autor con la disposición de las viñetas: crea un ritmo sensacional, emulando el uso de los versos y las estrofas en un poema.

3.- Watchmen, de Alan Moore (y Dave Gibbons: dibujante).
Esta sí es claramente una novela gráfica: doce capítulos, las doce horas de un reloj que anuncia el fin del mundo. Si se puede hacer una comparación, Watchmen es al cómic lo que Guerra y Paz a la novela: la gran obra que define un género, la piedra angular sobre la que cualquier otro artista erigirá sus creaciones. Si, en The Sandman, Neil Gaiman jugaba con e ritmo de las viñetas, en Watchmen Moore sencillamente convierte el cómic en un arte. Mediante la simetría de todas y cada una de las dobles páginas, los juegos de imágenes y las historias entrecruzadas narradas en el mismo plano, el genio británico convierte esta novela gráfica en una obra complejísima, profunda y que merece la pena volver a leer: nunca sabes lo que puedes no haber visto. Los personajes  son absolutamente memorables: el Búho Nocturno, un tipo corriente que se enfrenta problemas que le sobrepasan; el azulado y sobrehumano Dr. Manhattan, con su omnisciencia y su extraña indiferencia hacia la raza humana; la hermosa Espectro de Seda, atrapada por un pasado en el que no se reconoce; el hombre más inteligente del mundo, Ozymandias; el mítico Comediante, siempre dispuesto a la violencia y la risa; y, por supuesto, el incorruptible Rorschach, el hombre que lo ve todo en blanco y negro, el más drástico de todos. Sus historias, de por sí, merecen la pena. Pero, además de todo ello, encontramos una exposición radical y brillante de distintas posturas filosóficas y morales frente a los problemas con que topan estos héroes de tres al cuarto. Imprescindible.

2.- El Jinete Polaco, de Antonio Muñoz Molina.
Después de tirarme cuatro meses para conseguir terminar este libro, más me valía que fuera genial. Pues sí, lo es, sin duda. No es fácil de leer, aunque engancha: la prosa de Muñoz Molina es densa e intrincada, y desentrañarla lleva su tiempo. Pero el premio es incomparable. Más allá de los múltiples niveles de la historia que cuenta, de las idas y venidas en el espacio y el tiempo, de la forma en que los recuerdos se forman poco a poco en la página, de manera dispersa, para después recomponerse en tu imaginación, está la estructura del libro: se compone de tres grandes capítulos que se completan los unos a los otros, que complementan la información que se da en cada uno de ellos hasta formar un gran tapiz y, a falta de diez páginas, de pronto, todo cobra sentido, todo encaja; es magnífico, es brillante, es perfecto. Si La Colmena era la mejor novela de historias entrecruzadas, El Jinete Polaco es la mejor novela de un solo personaje que he leído: desde un principio te dice cómo va a acabar, para crear toda la psique, todo el pasado del protagonista, y permitirte así entender cómo todo ha cobrado sentido. De verdad, merece la pena que la leáis.

1.- Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez.
¿Qué puedo decir de esta novela que no se haya dicho ya? Muchos la consideran una de las tres novelas más grandes de la literatura en español; no he leído tanto como esa gente, pero me cuesta creer que vaya a encontrar dos libros (o uno siquiera) capaces de desbancar esta obra maestra del realismo mágico. No sé qué es lo que tienen los escritores latinoamericanos, pero es maravilloso. Consiguen hacer plausible lo imposible. Márquez consiguen que creas que Remedios, la Bella, ha ascendido al cielo, tal que así; es lo más natural del mundo. El universo de Macondo me atrapó desde el principio, y nunca me ha dejado escapar. El mundo es distinto desde que conviví con el Coronel Aureliano Buendía, con la matriarca, Úrsula, con la apasionada Meme, con el gitano Melquíades, con la buena de Santa Sofía de la Piedad, con el bastardo Aureliano Babilonia… con tantos personajes inolvidables, con la familia más caótica, irreal y humana que he tenido la suerte de conocer. Al igual que sucedía con El Jinete Polaco, el final de esta novela te hace entender el porqué de su existencia, de su complejidad; pero en este caso la sensación es aún más intensa. Nunca he vuelto a experimentar lo que sentí al terminar de leer Cien Años de Soledad, y no creo que ocurra; cuatro años después, el recuerdo de esa sensación, de esa luz, de ese velo descorrido ante mis ojos, es igual de vívido. Un momento de lucidez extrema, que me permitió ver la vida de otra manera. No puedo decir nada más: es un libro que se explica sólo, con la única condición de que se lea con pasión e inocencia. Es una puerta para conocer América Latina, y, cómo en todos lados, no es posible entender ese continente sin inocencia.

Nada más. Espero que os gusten estos libros, que los leáis si no los conocéis y, si los habéis leído, que disfrutéis recordándolos, sin que mi descripción lo entorpezca. Un saludo.

domingo, 13 de mayo de 2012

Canciones III



30.- Jesus, Etc., de Wilco
Cada cierto tiempo (no demasiado, a decir verdad) nombro a una canción la más bonita del mundo. En ese momento y para mí en concreto, se entiende. Esta ostenta la posición desde hace ya unos meses. Es sencillamente una oda a la delicadeza.

29.- Where Is My Mind?, de Pixies
Estos chicos cada vez me gustan más. Pero, por más canciones suyas que escuche, esta sigue siendo la que más me hace vibrar.  Quizás su aparición en Fight Club tenga algo que ver con eso.“With your feet in the air and your head on the ground…!!”. Los mejores aullidos del rock.

28.- LN Granada, de Supersubmarina
Bueno, claro, siendo yo de Granada… Pues sí, qué le vamos a hacer, esta canción me emociona mucho. La escucho siempre que vuelvo a la ciudad de la Alhambra, sin importar de dónde venga o cuánto tiempo lleve fuera.
27.- Romeo and Juliet, de Dire Straits
Los Dire Straits son un grupo muy especial.  Mark Knopfler tiene mucha culpa de eso. Tienen muchas canciones que merecen aparecer en esta lista, pero a esta le tengo cariño.
26.- There is a Light that Never Goes Out, de The Smiths
Me gustan las canciones extraña e inquietantemente sinceras. Este es un buen ejemplo. ¿Cuántas veces habéis escuchado a un cantante recrearse en las posibles formas en que podrían morir él y la chica de sus sueños en el coche que ella conduce? Y, ¿cuántas de ellas son más bonitas que esta? Bueno, a la segunda no contestéis.

25.- Ojalá, de Silvio Rodríguez
Ésta ostentó el título de Canción Más Bonita Del Mundo durante bastante tiempo. Los cantautores latinoamericanos tienen una sensibilidad especial.

24.- Maggie May, de Rod Stewart
En mi anterior lista, Maggie May estaba sexta. Desde luego, ya no significa tanto para mí; pero sigo emocionándome cuando suena de improviso. También me gusta la versión en español a cargo de M-Clan.

23.- Cantando, de Violadores del Verso
Pues sí, después de todas  las exhibiciones vocales que he escuchado de parte de Lírico, Sho-Hai y, sobre todo, Kase.O, mi favorita sigue siendo Cantando. Me encanta por lo que tiene de costumbrista, de improvisada, por la línea "me va a estallar el pecho aquí mismo y voy a mancharlo todo de dolor, que es un color feísimo".  Sencillamente, es especial.

22.- Heroin, de The Velvet Underground
En mi opinión, en estos siete minutos se resume el espíritu de la carrera de Lou Reed. Ruido, caos, poesía, drogas, sexo, rock 'n' roll. Escalofríos.

21.- La vereda de la puerta de atrás, de Extremoduro
Nunca podré elegir una sola canción de Extremoduro. Pero, dado que en la anterior lista ésta se quedó fuera, y yo no estaba muy seguro de esa decisión, creo que merece aparecer esta vez. Sigo pensando que es una de las mejores canciones que se ha compuesto en español.

Bueno, no os puedo prometer nada, pero intentaré que la próxima entrada sea sobre otra cosa. Un saludo.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Lecciones


Aprendí a quererte desde lejos. Qué remedio. Al fin y al cabo, era todo lo que permitías. Y yo lo aceptaba, aunque me doliese. Por algo eras mi amiga.
Aprendí a tener pequeñas dosis de ti. Una gota de tu mirada, una pizca de conversación, un vago aroma a tu presencia. Eso me valía. Eso era todo.
Aprendí que lo que otros consideraban normal no iba contigo. Que una amistad no era una sola cosa. Que me querías, pese a todo, y debía apreciarlo, porque no todos disfrutaban de ese trato. Era un afortunado.
Aprendí a escuchar tus silencios. Poco a poco, sin sobresaltos. Al ritmo que me dictabas, descubría puertas entreabiertas y resquicios sin explorar. Un rato en un coche, un paseo hasta tu casa. Breves momentos de intimidad en un mar de frases algo indiferentes, genéricas. Momentos de desnudez entre tanta pose y tanto malentendido.
Aprendí que las amistades se forjan en las ausencias. Si te quiero, no es tanto por lo que he visto de ti, sino por lo que me faltas en los cafés a media tarde. Me faltas para hablar de todo y nada; esas conversaciones que nunca tuvimos, ni tendremos, son las que conforman esta rara amistad.
Aprendí a cantar.
Aprendí a atrapar abejas en vasos de papel.
Aprendí que Lou Reed importaba más que nadie.
Aprendí muchas cosas. Y sólo siento no haber aprendido más.
Claro que también aprendí que sólo debía aprender lo justo.