Alguien me ha preguntado esta semana algo muy
simple. Es tremendamente sencillo: ¿qué
haría yo si todo se hunde? Pongámonos en situación: España está al borde de la
quiebra. De aquí a julio, casi con total seguridad, seremos intervenidos por la
Unión Europea. Si es que esto es posible, porque la UE apenas puede ya tirar de
Irlanda, Portugal y Grecia. Grecia, por cierto, prepara ya su salida del euro.
Existen dos situaciones posibles: o, mágicamente, la UE puede hacerse cargo del
hundimiento del Estado español, en cuyo caso lo que ahora llamamos recortes
pasarían a parecernos dulces carantoñas de parte de nuestro gobierno, o la UE
desaparece. Tal que así. Volvemos a la peseta, estamos endeudados hasta las
cejas y, posiblemente, se produce un vacío de poder. Pongamos este último caso.
Puede que la situación de Grecia se quede en un mero chiste si esto sucede;
puede que aparezca la anarquía. Esto, como muestra la historia, sería un caldo
de cultivo excelente para una dictadura militar. ¿Qué haría yo si pasa todo
esto?
Antes de nada, rebobinemos: no es lo mismo
dar por sentado que todo esto sucederá así y actuar en consecuencia, que
esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos e incluso intentar mediar
en ellos. Vayamos por orden: si la UE nos interviene, no sé si los españoles
tragaríamos como los portugueses. Francamente, no sé si esto llevaría a una
rebelión como la de Grecia. También podemos fantasear con una rebelión a la
islandesa. Desde luego, por eso llevo luchando (llevamos muchos y muchas luchando,
de hecho) durante meses. Sin duda, lucharía por esta opción. Saldría a la calle
y reivindicaría nuestro derecho a no ser esclavos, nuestro derecho como seres
humanos y como pueblo libre a decidir nuestro futuro sin ataduras para con el
capital (la palabra es anticuada, pero efectiva). Pero no sé si esta opción es
viable o realista. Pongámonos pues en el otro extremo: se producen revueltas,
estallidos de violencia sin ton ni son, y las calles no son seguras. Allí no me
veréis. No creo en la violencia: así de sencillo. No me importan vuestras
intenciones, porque la violencia engendra violencia. Cuando un grupo se vuelve
violento, los objetivos se difuminan, y la violencia se vuelve el fin en sí
mismo. No intentéis venderme esa moto: es una vía muerta, y esa opinión es
inamovible.
Existe la tercera opción: tragamos como los
portugueses. Parece que casi, casi nos ahogamos... pero no. Una cura de hambre.
Creo que seguiría reivindicando otras salidas, pero supongo que entonces
intentaría acabar mi carrera tan pronto como fuera posible y saldría del país a
donde pueda trabajar. Es decir, lo que la generación inmediatamente anterior a
la mía ya está haciendo. No tendría mucha opción en ese caso: necesito
trabajar, poder llevar una vida independiente, y eso sería casi imposible aquí.
De modo que la lucha se vería interrumpida por necesidades acuciantes.
Pasemos al otro escenario: la UE se
desintegra, y el euro desaparece. Podría suceder que en España, por algún tipo
incomprensible de inspiración divina, el gobierno del PP consiguiese controlar
la situación, elegir salvar el futuro y olvidarnos de deudas y demás tonterías.
Pasaríamos años dificilísimos, sería como volver atrás en el tiempo: estaríamos
en la situación económica de la Transición, o incluso anterior. Salarios
raquíticos, condiciones laborales pésimas, consumo bajo, dificultades para
emprender y conseguir crédito. Pero acabaríamos saliendo sobre un suelo más
sólido. Esta sería mi lucha: olvidarnos de recetas mágicas, de populismos y
discursos extremos de uno y otro lado (y conste que soy un izquierdista
radical), y aceptar nuestra cruda realidad. Estamos jodidos, se mire por donde
se mire. No vamos a volver a vivir como antes de la crisis. Nuestra sociedad ha
vivido un sueño de crecimiento indefinido y bonanza idílica y eterna. Toca
despertar. Nosotros, el pueblo, el 99%, tenemos que dejar de aspirar a tener
dos coches, dos casas y un apartamento. Y, lo que es más importante, los
empresarios, banqueros, políticos profesionales… todas las castas ruines y
míseras que nos han traído de la mano a esta situación y que ahora nos quieren
hacer culpables, eludiendo sus propias responsabilidades, deben olvidarse de
sus dividendos y, en muchos casos, conocer el frío y la sombra de una celda.
Sólo así saldremos de esta.
Pero esto sería lo ideal. Cabe otra
posibilidad: si se crea ese vacío de poder, puede que sobrevenga una anarquía
absoluta. Y puede que, después, aparezca una dictadura militar. No sería de
extrañar: pasó en Alemania en el 33. Y lo que es más relevante: pasó con el
consentimiento, con la aclamación del pueblo. Si esto sucede, sólo encuentro
una respuesta: salir corriendo. Tengo algo de dinero ahorrado, y parte de mi
familia vive en Centroamérica. Me iría allí. ¿Por qué? Mi respuesta fue: “A luchar contra la injusticia de los de arriba, claro que me
quedo; a luchar contra mis iguales por un mendrugo de pan, no.” Es un buen
resumen: si esto se vuelve una lucha por la supervivencia, no pienso quedarme
parado viendo cómo mi vida y mi futuro se asfixian y mi país y, posiblemente,
mi continente se hunden en el caos y la miseria. Sé quienes son los malos,
porque los hay, aunque no sea en el sentido fuerte de la palabra. Pero no
podemos luchar contra ellos si tenemos que luchar por sobrevivir cada día.
Ellos lo saben, y puede que, de hecho, lo busquen. Los poderosos siempre han
jugado con eso. De modo que si aquellos a los que considero mis hermanos y
hermanas deciden, con más o menos intervención de agentes externos, que esa es
la vía, yo me borro.
Pero
repito que esto aún no ha sucedido. Y no tiene por qué suceder. Podemos
evitarlo. Por eso es por lo que debemos luchar. Por una salida democrática de
la crisis. Por evitar cometer los mismos errores que se cometieron hace ochenta
años. Os animo a ello, y a compartir conmigo vuestras perspectivas sobre qué
hacer ahora y qué harías si el sistema se desmorona. Un saludo a todos, y buena
suerte.
Me ha gustado tu reflexión. Realmente, esas son las opciones...
ResponderEliminarComo todos yo también estoy pensando en estas cuestiones y creo, que a no ser que ocurriera un milagro, yo seré de las cobardes que huyan de este país, porque, sinceramente, incluso antes de que España se viera esta situación ya pensaba abandonarla a su suerte.
Leer esto justo después de ver a nuestro carismático presidente de Gobierno hablar a los.españoles como si fuéramos un atajo de gilipollas ha hecho que me entren ganas de dejar una maleta hecha por si las moscas.
ResponderEliminarYa sabes lo mucho que me acojonan las opciones, únicamente porque me asusta lo que pueda pasar con mi carreea. Creo que me costaría reunir las fuerzas para empezar de cero.
No me parece cobarde huir. No podemos inmolarnos por España. Antes que españoles somos seres humanos, tenemos derecho a vivir la vida como nos plazca, y si para ello hay que salir, se sale.
ResponderEliminarYo espero que no lleguemos a estas situaciones tan extremas. Hoy Antón Losada ha dicho en su blog que no es probable una intervención en España: antonlosada.blogspot.com/ Más allá de que algunos de sus argumentos no me tranquilizan gran cosa, tiene razón en parte.
Buena reflexión Yeso. Pero te has olvidado una cosa básica de Historia. Si hoy no llevamos a la gente a campos donde por encima de la puerta hay escrito "el trabajo libera", no nos cortamos a la hora de hacerlos culpables de una deuda que no es suya. En vez de matar el ser físico matamos el ser contable, básicamente. Por lo tanto, gran lección de historia: Siempre hay alguien el el pueblo que el gobernante puede culpar, para que el estado y las grandes empresas se van a comer el marón si otros pueden hacerlo sin decir nada.
ResponderEliminarA raíz de estos no creo que tengamos que ir por la senda de decir que somos muy consumistas (...) si no por la de mas correncia en nuestros actos individuales. Con ello me refiero a comprar, votar, actuar, inteligiblemente en acorde con las necesidades. Vamos volvernos mas homo-economicus y menos Alicia en el país de las maravillas.
En cuanto al rescate, bueno, es como la peste al final de la edad media, es algo horrendo que pasa.