¿Cómo quieres que escriba una canciónsi a tu lado no hay reivindicación?
Así empieza el, de momento,
penúltimo álbum de la larga carrera de Extremoduro; un disco que llegó después de un
silencio de seis años, el más largo mantenido por Robe Iniesta y los suyos. No
es casual, claro. Muchos fans estaban preocupados por la aparente incapacidad
del extremeño para escribir. Pero Robe se encargó de despejar toda duda con un
disco rotundo, redondo, brillante, con el que suceder al que muchos aún
consideran su mejor disco, Yo, Minoría Absoluta (2002). De hecho, este disco
avivó la discusión acerca de cuál de los dos era mejor. Más adelante daré mi
opinión a este respecto.
El álbum retoma, de forma diferente, la idea
del Pedrá (1995): un disco que es una canción. Sin embargo, donde en aquel
había una única pista, en este hay seis. Seis temas entrelazados y
estructurados como una sinfonía de cuatro movimientos, más una introducción y
un epílogo. La consistencia del disco proviene de esa íntima relación entre
los temas, esa sensación de que, en realidad, no estamos ante canciones
distintas, sino más bien ante distintos aspectos de una misma canción. Esto lo
consigue Robe mediante la utilización de motivos y metáforas recurrentes (como
el estribillo del Primer Movimiento, que reaparece en el segundo y el cuarto),
demostrando que se ha convertido en un escritor muy sólido y hábil. Se nota
también que, durante ese prolongado período de silencio, escribió una novela:
el carácter sorprendentemente circular del álbum, con la Coda Flamenca que
recupera y resuelve los problemas que planteaba esa joya llamada Dulce
Introducción al Caos (“Se rompió la cadena
que ataba el reloj a las horas”, una de las mejores frases que jamás ha
escrito Iniesta), es otra demostración de destreza e ingenio.
Por otro lado, más allá del despliegue de recursos,
Robe consigue, más que nunca, emocionar de verdad al contar una historia. Nos
presenta al protagonista feliz, enamorado, y nos expone su caída a los
infiernos para cerrar con una solución que explica la razón de ser del disco:
cantar su historia para cicatrizar las heridas. Y nos narra todo esto tanto a través
de la música como de la letra: el monumental Segundo Movimiento consiste en once
minutos de melodías entrecruzadas y cambios de ritmo que nos guían por las
tinieblas y los breves momentos de esperanza que vive el protagonista; el
Cuarto Movimiento adquiere un tono suave y melancólico para mostrar la nueva
actitud de éste ante su soledad. Una y otra vez, Extremoduro nos
sorprende y nos conmueve, tejiendo una historia que, además, gana con las escuchas.
Si hay que ponerle un pero (que lo tiene) es
el Tercer Movimiento. Resulta sorprendente que una canción subtitulada “Lo de
Dentro” le funcione tan mal a un escritor introspectivo como Iniesta, pero es
así. Se intuye lo que pretendía, pero a todas luces yerra. Está sobrecargado y
poco inspirado, en contraste con la aparente facilidad con que el resto de
canciones evolucionan y se cierran. Pero está claro que, pese a todo, La Ley
Innata resiste sin problemas este bache para culminar con un final perfecto. El
álbum deja un regusto agridulce al terminar, y se macera en el recuerdo hasta que
sentimos que hemos vivido esa historia, que los personajes son viejos amigos, y
que para rencontrarnos con ellos no hay más que volver a darle al play. Como
los buenos libros.
Puntuación: 9.5
Por cierto, respecto de la polémica en torno
a cuál es el mejor disco de Extremoduro: aunque está claro que este es más
disco, y funciona más como unidad, aún prefiero el Yo, Minoría Absoluta. Creo
que su mejor momento como compositor llegó entonces, aunque como escritor haya
mejorado (y el Material Defectuoso parece confirmar esta tendencia), y prueba
de ello son canciones como Standby, La vereda de la puerta de atrás, Puta,
Cerca del Suelo y A fuego. Además, en ese álbum todas las canciones son buenas,
incluso Luce la Oscuridad y la Canción Sordida. Eso es algo que La Ley Innata
no tiene.
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