Si yo tuviera veinte años, probablemente estaría en Londres, buscando trabajo [en lugar de en la Plaça Catalunya].Felip Puig, Conseller d’Interior de la Generalitat de Catalunya.
No, no me refiero a la canción de
Extremoduro, de eso ya hablé la semana pasada. Me refiero a la situación que
vivimos ahora mismo.
De acuerdo, quizás exagero. No vivimos en un
Estado policial, ni mucho menos. La policía no tiene derecho a espiarnos como
en La Vida de los Otros (probablemente lo hace en ciertos casos, pero a buen
seguro se formaría un escándalo si se descubriese), ni a registrar tu casa sin
una orden judicial, ni a ejercer la violencia impunemente…
Un momento, retrocedamos un poco.
El día 27 de mayo, en la Plaça de Catalunya
en Barcelona, los Mossos d’Esquadra realizan una carga policial con el objetivo
de desalojar dicha plaza para limpiarla, según informan los agentes. Es vox
pópuli que el objetivo era distinto, pero no entraré a valorar esto. La
cuestión es que los que ocupan la plaza, los “indignados”, los perroflautas,
deciden que no se van. Algunos responden agresivamente, con insultos, a la
policía. La mayoría sencillamente se sienta y decide no moverse. Ante tamaña
osadía, los antidisturbios cargan brutalmente, rompiendo brazos, abriendo
brechas en la cabeza y provocando graves contusiones. Como demuestran las
imágenes, agredieron a periodistas, jóvenes, personas de edad avanzada e
incluso a indigentes que dormían en la plaza, ajenos a la situación que se
desarrollaba a escasos metros.
Estos son algunos de los vídeos que nos
muestran la situación que se vivió aquel día. Finalmente, fue imposible desalojar
la plaza. No voy a enzarzarme en debates acerca de si la actuación policial fue
más o menos dura, o si tienen razón unos u otros, porque está claro que se
parte de dos paradigmas distintos. A mi modo de ver, lo que está claro es que
el planteamiento policial fue idéntico al que se tiene al tratar con grupos
violentos. Pues bien, es eso lo que quiero cuestionar: ¿es legítimo considerar
que la policía debe actuar en situaciones de resistencia pacífica de la misma
forma o con una violencia similar a la que se da en casos de violencia por
parte de los manifestantes?
Pensaréis que esta postura es una locura;
pues bien, hace unos minutos, en el programa Salvados, de laSexta, el comisario
de policía Sergi Pla ha afirmado que la resistencia pacífica es una forma de
violencia, por el sencillo motivo de que se desobedecen las órdenes de la
policía. Podréis encontrar las declaraciones en la página de laSexta en cuanto
suban este episodio.
Supongamos por un momento que, de hecho, ese
día era necesario, imprescindible, limpiar la Plaça Catalunya y que la
presencia a menos de 500 metros de los miembros de la AcampadaBCN lo
imposibilitaba. Ante una actitud de desobediencia civil por parte de los
ciudadanos, ¿la respuesta de la policía debe ser esta? ¿Se debe agredir
brutalmente y sin distinciones a todos los allí presentes? Dejando fuera las
obvias “salidas de tono” puntuales de algunos agentes, como los insultos
captados por las cámaras o las persecuciones surrealistas a personas concretas
que les habían insultado, el comportamiento de la policía fue el que se tendría
en una zona de guerra. ¿Es esto lo que creemos que debe hacer la policía?
Pues me voy a mojar. NO. Muchas veces se
olvida quiénes son los policías y cuáles son sus obligaciones. Tienen la
obligación de protegernos. Cuando la situación es potencialmente peligrosa para
los propios manifestantes, la policía debe ser contundente. Pero ese no era el
caso. Aquí, el único riesgo era que una plaza no fuese limpiada. La policía es
el instrumento del Estado para asegurar el respeto de las libertades. Atención
al detalle: no para asegurar el orden, sino para asegurar que la situación
social sea tal que podamos desarrollar nuestras libertades con normalidad. La
única libertad vulnerada aquí es la de la utilización del espacio público para
reivindicar de forma pacífica y responsable una serie de ideas políticas y
sociales, y la viola la policía. Cuando esta libertad entra en colisión con la
necesidad de limpiar una plaza, la respuesta no puede ser violenta.
No olvidemos otra cosa: si insulto a un
policía, él no puede insultarme. Si le agredo, él no puede agredirme. Puede
detenerme, que es algo bastante distinto a o que muestran las imágenes. Porque
los ciudadanos no estamos obligados a mostrar respeto (en el sentido puramente
actitudinal de la palabra) por la policía, sino viceversa. Si no es posible
detener (o desalojar) a una persona sin utilizar la violencia, la respuesta de
ésta es no violenta y la situación no es potencialmente peligrosa para ningún
ciudadano, como parece que fue el caso, ¿qué justificación existe para realizar
esa detención o desalojo de forma violenta?
El papel de la policía se ha visto
cuestionado desde entonces durante los incidentes ocurridos el verano pasado en
el transcurso de las JMJ, y a posteriori con las agresiones a estudiantes en
Valencia. También en EE.UU. ha habido incidentes de este tipo. En todos estos
casos, hemos encontrado justificaciones a la actuación de la policía. Desde dentro,
claro está. Pero sobre todo desde fuera: políticos que consideran que esta es
la forma en que la policía debe actuar. Ellos son los que me preocupan: la
policía, bien que mal, hace su trabajo, y algunos agentes pueden
extralimitarse; pero son los responsables políticos los que realmente ponderan
el uso de violencia que se considera adecuado. El límite de lo aceptable va
claramente en aumento, más con la reforma inminente del Código Penal. De modo
que estamos convirtiendo a la policía en un instrumento que asegura la paz
social, cueste lo que cueste y sin importar las circunstancias, las
consecuencias o lo que haya de por medio. Un instrumento irreflexivo que
solamente ejecuta órdenes. Y estamos consintiendo que su inviolabilidad esté
por encima de derechos esenciales de los ciudadanos. No nos dejemos engañar:
este no es el papel de la policía en una sociedad democrática y moderna. Al
menos, no debería serlo. Porque lo que trasluce esta concepción de “paz social”
no es más que fascismo: las libertades importan menos que el orden.
He aquí la raíz de un Estado policial. Julio
Anguita decía el otro día que nos encontramos en un momento de prefascismo. No
podría estar más de acuerdo. Debemos reaccionar ante estos acontecimientos,
porque la actual deriva política nos acerca a algo que muchos creían superado,
pero que, en el actual modelo de Estado, siempre es un riesgo: el totalitarismo
militarista. No olvidemos tampoco qué es lo que realmente persigue esta
tendencia: conservar el actual modelo económico de capitalismo neoliberal. Este
conflicto es al que realmente nos enfrentamos en nuestra época, como algunos
analistas han señalado ya: ¿qué pesa más, la democracia o el capitalismo? Yo
tengo clara mi postura; os invito a todos a escoger la vuestra.
Totalmente de acuerdo, no lo hubiera explicado mejor. El otro día escuché en el autobús a dos señoras mayores hablar y una le decía a la otra que la situación le está recordando a tiempos en los que no podías ni mirar a un policia por la calle porque te metían una paliza. La verdad me da terror, porque no lo veo tan lejano...(sí, escucho conversaciones en el autobús)
ResponderEliminarPor cierto, ya que estoy, me gustaría que me explicaras esas reacciones que debemos tener ante esos acontecimientos, porque cada vez se me ocurren menos. Gracias, y sigue con estas reflexiones.
Lucía, lo primero gracias por comentar (¡yujú! ¡Comentarios que no son de la novia! XD). En cuanto a lo que debemos hacer, ante todo no debemos ser sumisos. Lo único que no nos pueden quitar es la capacidad de rebelión. Al fin y al cabo, lo de meter a la gente en la cárcel se vuelve imposible cuando tienen que enchironar a toda una manifestación.
ResponderEliminarPrecisamente, mi amiga Ana, que estudia Medicina, me acaba de informar de que van a organizar una acamapada en Madrid, del 9 al 12 de mayo (con acasión de la manifestación) para reivindicar una Sanidad pública, sostenible y de calidad. Siempre de forma no violenta, claro. Puede ir quien quiera, y yo probablemente vaya.
Por otro lado, hay que intentar concienciar a la gente. Sé que es una tarea ardua y desagradecida, pero es algo a lo que nunca podemos renunciar. Sin eso, ya sí que no nos quedaría nada. Hay que explicar lo que está mal pero, ante todo, hay que explicar otras salidas. Para eso recomiendo a todo el mundo que lea a Vicenç Navarro, a Alberto Garzón Espinosa, a Juan Torres López, y que escuche a Jean-Luc Mélenchon. Son salidas de izquierdas, pero no de una izquierda ajada y débil, sino de una izquierda del futuro.
Y por último: yo también suelo escuchar conversaciones en el autobús ^^
Ya lo hablamos de aquello Yeso. Creo que raíz de todo esta esa en res constantes políticas y sociales acaules.
ResponderEliminar1) El envejecimiento de la población y por lo tanto la política desesperada de los partidos políticos por patrimonializar las realidades políticas. Es decir, simplemente, que el panorama político no se mueva para hacer sobresalir la "normalidad" del debate. Y así sustentar el deseo de "seguridad" ideológica que tiene las personas de edad avanzada.
2) Poner trabas importantes a la creación de organizaciones socio-políticas que puedan cambiar la realidad, y el debate político.
3)Usar la fractura generacional haciendo de los jóvenes unos delincuentes como ya se vio en oras políticas de países vecinos en Europa (entre otros Francia, o Inglaterra) Pudiendo capitalizar el voto de las personas de mas de 50 años gracias a una sensación de inseguridad.
Vivimos en una de las sociedades mas seguras del la historia según los datos empíricos del propio ministerio. Sin embargo nos sentimos en perpetua inseguridad. Por lo tanto la seguridad es una cuestión mas psico-social y política que física.
Se esta produciendo la misma situación que en Francia en los 90' al principio del debate sobre la seguridad ciudadana que hizo llegar al N. Sarkosy al poder.
¡Mira lo que volví a encontrar en mis discos!
http://www.youtube.com/watch?v=cUTlU9lV2GU