sábado, 10 de marzo de 2012

El Crepúsculo de los Dioses (Sunset Boulevard, 1950), de Billy Wilder.


“There's nothing tragic about being 50, not unless you try to be 25!”
(“No hay nada trágico en tener 50 años, ¡a menos que intentes tener 25!”)
Joe Gillis, interpretado por William Holden.

Sunset Boulevard. La crème de la crème de Hollywood. El lugar en que viven las estrellas. El lugar en que transcurre la mayor parte de esta obra maestra, un clásico absoluto del cine. La ya icónica imagen de William Holden muerto en la piscina, mientras la voz en off introduce la rocambolesca historia de un guionista de segunda con problemas económicos que tiene un oportuno pinchazo, fue en su momento un esquema narrativo innovador, y nos lleva durante casi dos horas a los entresijos del Hollywood de los cuarenta y, sobre todo, al universo en decadencia de las viejas glorias del cine mudo.
Desde luego, ver esta película resulta de lo más adecuado ahora que The Artist nos ha devuelto la esencia de aquella época enfrascada de manera genial; aunque esa es otra historia. Los paralelismos entre George Valentin y la inquietante Norma Desmond (monumental la interpretación de Gloria Swanson) se quedan en lo superficial; el desarrollo de esta última es mucho más oscuro. La mansión de los horrores que es su polvoriento caserón se convierte en el escenario del descenso a los infiernos de los tres personajes principales: Joe Gillis, el pobre escritorzuelo que acaba, por sus propios errores, encerrado en una “particular prisión” (William Holden, muy sólido); Max, el turbador mayordomo extranjero (fenomenal Erich von Stroheim) con más de un as escondido en la manga; y la propia Desmond, “la estrella más grande de todas” cuando el cine eran rostros, y no voces. Los sutiles juegos psicológicos que se entrecruzan entre estos tres personajes y la joven guionista Betty Schaefer (Nancy Olson) están hilados magistralmente con impagables toques de ironía por Wilder y su habitual colaborador, Charles Brackett (sería la última película que escribirían juntos) en un guion justamente premiado con el Oscar. Los numerosísimos guiños y cameos del mundo del cine (notablemente los de Buster Keaton y Cecil B. DeMille, el director que llevó a Desmond, como a Swanson en la vida real, al estrellato) le dan una fuerza especial a la película, quizás con el único riesgo de hacerla algo autorreferente. También es cierto que el comienzo resulta lento, aunque compensa de sobra la apasionante trama que se desarrolla después. Una dirección sobria pero vibrante, como de costumbre, con momentos de absoluta genialidad (la escena de las compras, con el plano medio que se convierte en primer plano para recoger una conversación clave entre Holden y el dependiente, que sirve de piedra de toque para el argumento; el momento con el foco en el plató de Sansón y Dalila; el mítico y escalofriante plano final de Swanson) remata una película brillante y brutal.
Tres premios Oscar (el ya mencionado a guion original, a la dirección artística y a la BSO) de 11 nominaciones pueden parecer insuficientes, pero hay que recordar que este fue el año de Eva al Desnudo, que arrasó con 6 premios. Aun así, Sunset Boulevard (qué nombre tan adecuado, el bulevar del ocaso) ha alcanzado el lugar que merece en la Historia del cine y la memoria de los cinéfilos.

Puntuación: 9.4

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