miércoles, 24 de enero de 2018

Mis discos favoritos de 2017

Tras mucho vacilar y darle vueltas, me he decidido a hacer esta lista de mis quince discos favoritos de 2017. Lo que me hacía dudar era la permanente sensación de no haber escuchado suficientes discos como para hacer una lista significativa: no he escuchado nada de punk este año, y los discos de Converge y Biznaga tenían buenísima pinta; me gustaron los singles de Kelela, pero no he podido escuchar su álbum; ¿quizás no le dediqué suficientes escuchas a Big Fish Theory, de Vince Staples, o a Love What Survives, de Mount Kimbie, antes de descartarlos? The Ooz me dejó frío pero solo lo escuché una vez, y King Krule me encanta... ¡Y no he escuchado 4:44 de Jay-Z! ¡Ni Arca! ¡Ni a la difunta Gata Cattana! ¡Ni el unánimemente elogiado A Crow Looked at Me, de Mount Eerie! ¿No es injusto para Father John Misty incluir a su antigua banda, Fleet Foxes, sin darle una oportunidad a su disco? Y hay más, pero creo que no tiene sentido enumerar los discos que no he podido escuchar; sí tiene sentido, tras esta advertencia, decir cuáles han sido los discos que más me han gustado de entre los que sí he escuchado, y explicar por qué. Esa conclusión tan sencilla me ha empujado a escribir estas líneas. Como única aclaración antes de pasar a la lista, aclarar que no he incluido los EPs que más me han impresionado, por la dificultad de comparar proyectos de tan diferente escala. Pero recomiendo encarecidamente escuchar el Harmony of Difference EP de Kamasi Washington, una pequeña maravilla de jazz que no para quieta en su serena belleza; y el Rina EP de Rina Sawayama, que contiene el mejor pop noventero que he escuchado nunca, incluyendo los años noventa. Ahora sí, sin más dilación: mis discos favoritos de 2017.
  1. Mismo sitio, distinto lugar – Vetusta Morla

Vetusta Morla han llegado a simbolizar lo que fue un terremoto en el pop español: la irrupción del indie. La fiebre de los festivales y las hordas de grupos exitosos surgidos al amparo del fenómeno de masas que fueron Vetusta (y otros pioneros como Love Of Lesbian o Lori Meyers) sacudieron el panorama; pero si hablo en pasado es porque esta revolución ya es la de ayer. Tras tres discos, también la música del grupo corría el riesgo de perder dinamismo y llegar a un declive anticipado. Pero tomaron la decisión correcta, la que algunxs veníamos pidiendo incluso desde Mapas (2011): ampliar la paleta sonora, jugar con el estudio como instrumento y demostrar su buen gusto con arreglos más atrevidos (como habíamos visto que podían hacer en pequeños experimentos). El resultado... no es un triunfo sin fisuras. Y no lo es porque, sencillamente, las canciones no llegan a la altura de su cargado repertorio. Esto no significa que sean malas, de lo contrario este disco no estaría aquí. Pero escuchar Mismo sitio, distinto lugar es una experiencia muy diferente a escuchar Un día en el mundo (2008) o La Deriva (2014). No encontramos himnos que conecten con el zeitgeist y que incluso lo marquen; encontramos una colección de buenos temas unidos y elevados por una producción y una mezcla (enorme Dave Fridmann) que remiten, más por su empaque y ambición que por el sonido, al trabajo de Kurt Ralske en Una semana en el motor de un autobús (1998), de Los Planetas. Estamos ante la banda más relevante del pop alternativo español atreviéndose a usar todas las herramientas a su alcance y haciéndolo con éxito. Esa valentía merece premio.
  1. Hipi hapa vacilanduki – Bejo

Cuando, entre 2015 y 2016, la música urbana española se revolucionó por completo con la efervescencia del trap, yo estuve entre lxs que se sumó a la ola tarde, pero con entusiasmo. Se trataba de una renovación necesaria y divertida. Pero como todo movimiento que vive más de romper con estándares estéticos anteriores que de crear unos propios (que los había, pero eran poco sólidos y de interés efímero), la pregunta que surgía era: ¿cómo se puede consolidar esta propuesta? ¿Querrías escuchar un disco entero de alguno de estos artistas, sin vídeos descacharrantes como apoyo? Cuando Bejo irrumpió con sus temas gemelos "Mucho" y "Poco", la respuesta pareció materializarse. Había algo de trampa, claro: Bejo solo jugó con la estética trap, pero no pertenecía en absoluto a su núcleo. Y los vídeos eran desde luego parte central de su atractivo. En 2017, sin embargo, se ha confirmado que Bejo podía ofrecer un trabajo sólido, que mereciera ser escuchado de un tirón. Se trata de una colección de singles editados a lo largo de un año, pero tanto una hábil secuenciación de temas (cerrar con la épica "Sílaba Tónica R.I.P." es un gran acierto) como algunas bromas y patrones sónicos recurrentes le dan la bastante coherencia al proyecto como para mantener vivas nuestra atención y la promesa de que Bejo puede ser uno de los artistas clave del rap de su generación. Sus puntos fuertes son el humor, la flexibilidad de sus flows y el magnetismo de su personalidad. Si sigue trabajando y mejorando, la escena puede ser suya.
  1. This Old Dog – Mac DeMarco

La aparente incongruencia entre, por un lado, la dulzura y el aire antiguo, de crooner, de la música de Mac DeMarco y, por otro, su carácter infantil y gamberro, especialmente en sus actuaciones en vivo, es sin duda una de sus cualidades más fascinantes. Resulta imposible tomárselo en serio, y sin embargo sus baladas son sinceras casi hasta resultar empalagosas. Este año ha añadido otra capa a esa tensión: ha hecho un disco que, entre otras cosas, habla de su relación con su padre, al que apenas conocía hasta que cayó gravemente enfermo y estuvo a punto de morir. Y si para abrir el disco en "My Old Man" reflexiona sobre lo mucho que se ha acabado pareciendo a él, muy a su pesar (parece ser que lo que ha sacado de él es la afición por el alcohol), para cerrarlo en "Watching Him Fade Away" es brutalmente sincero sobre lo que supone para él la posibilidad de su muerte: "The thought of him no longer being around/Well sure, it would be sad, but not really different". En el placentero contraste entre este tono sombrío y la alegría e inocencia de una canción como "A Wolf Who Wears Sheep's Clothes" está el secreto de su extraño atractivo. En eso y en la inapelable calidad de sus melodías, claro. Merece la pena seguir a este niño-hombre que canta al amor como si fuera Sinatra pero se ríe de sí mismo con el descacharrante mal gusto de John Belushi.
  1. Zona temporalmente autónoma – Los Planetas

Siete años habían pasado desde Una ópera egipcia (2010), y solo un EP, el desigual Dobles fatigas (2015), nos habían dado los granadinos, los padrinos del indie español. ¿Qué podía pasar? Cualquier cosa, la verdad; podía ser el momento en que Los Planetas se hundieran en la mediocridad y se quedaran sin recursos para salir de ella. Pero en mi opinión salen airosos de esta encrucijada con su nuevo LP. Combinando, como muchxs han señalado, el acercamiento al flamenco que había caracterizado sus últimos trabajos con el pop de texturas densas pero brillantes que los encumbró, Zona temporalmente autónoma es una entrada de alta calidad en un catálogo que ya suma nueve álbumes, y que demuestra que este grupo aún tiene cosas que decir que merecen ser oídas – al menos en lo musical. Hay incluso bienvenidos experimentos que pocas veces, si alguna, se habían visto en una canción de Los Planetas: los arpegios de guitarra acústica sobre los que se sostiene "Hay una estrella", sin ningún efecto o reverb; o las cuerdas de la bonita "Amanecer". Eso sí, el conjunto es bueno, pero el destello de absoluta brillantez es la monumental "Islamabad", para mí la canción del año. Una aventura en lo musical (toman elementos de "Ready pa morir", de la cabeza visible del trap español, el también granadino Yung Beef) y en lo lírico (se exploran la política, la religión y la corrupción, en sus cruces y distintas vertientes). Un triunfo de siete minutos que encierra paradojas, versos imborrables y toneladas de eco. Algo que solo podían hacer Los Planetas en estado de gracia.
  1. Ctrl – SZA

Hasta hace unos meses, SZA (pronunciado "sizza") era una artista de culto. Tres EPs, el último de ellos ya lanzado desde el sello Top Dawg Entertainment, la habían puesto en el mapa del R&B underground, pero para la mayoría era una desconocida. Parece ser que las inseguridades artísticas habían estado haciendo mella en ella; pero al fin, tres años después de Z (2014), nos llegó su primer álbum, y la espera ha merecido la pena. SZA posee una voz magnífica, y la producción deja atrás los tintes electrónicos de sus EPs en favor de un sonido orgánico y cálido, pero su identidad la forjan unas letras de una honestidad y desnudez emocional desarmantes que, al mismo tiempo, no tienen problema en ser muy explícitas sexualmente. Como el propio título indica, el álbum compila las reflexiones de SZA en torno al control, a veces a través de grabaciones de conversaciones con su madre. A sus “veintitantos” (ese es el nombre de la última canción), parece que la cantante está llegando a la conclusión de que para tener algo de control, hay que aceptar que no siempre se tiene el control; pero el camino hasta esa iluminación está plagado de decepciones, falta de confianza y relaciones tóxicas. Aunque también de momentos de empoderamiento y autoafirmación, como en la excelente colaboración con su compañero de sello Kendrick Lamar, "Doves in the Wind" ("Your dick is weak, buddy/It's only replaced by a rubber substitute"). En conjunto, se trata de uno de los discos más redondos del año desde el punto de vista conceptual; gracias a él, ahora todxs sabemos quién es SZA, y estamos en su equipo.
  1. Firmamento – Rocío Márquez

Rocío Márquez lleva ya unos años, en tándem con el ubicuo productor Raül Fernández "Refree", llevando al flamenco por rincones nuevos y sorprendentes, inspirándose, según sus propias palabras, en el espíritu innovador del gran Pepe Marchena. A él estaba dedicado El Niño (2014), y si ya aquel disco presentaba propuestas extraordinarias e iluminadoras, este Firmamento redobla la apuesta por la deconstrucción y el rearme de los palos flamencos en direcciones cada vez más oblicuas. Aquí la parte instrumental la ponen desde Proyecto Lorca, un trío de jazz experimental, y su manejo del sonido y del silencio resulta central en el álbum. Percusiones imaginativas, un saxofón que tan pronto juega y serpentea con un aire cubano que invita a un baile agarrado ("Gritos sordos") como se vuelve estridente y autoritario, marcando él mismo el ritmo ("Firmamento") y un piano dulce pero en muchos casos mínimo, componen la casi totalidad de la instrumentación, pero esta es una de las grandes virtudes de un disco que vive de conjugar muy pocos elementos muy dispares de formas inesperadas. La voz de Rocío Márquez, por descontado, está a un nivel que raya la perfección: sabe subir, bajar, susurrar, declamar y sostener una energía sobrehumana cuando es necesario. Y las letras, en su mayoría obra de mujeres, encierran mensajes ecologistas ("Son flúor tus ojos"), feministas ("Almendrita") y críticos con la Europa Fortaleza ("Si yo me duelo"). Inolvidable ese final de "Firmamento", que además sintetiza en lo musical todas las virtudes de este disco: "lo peor de la condena/es cogerle el gusto a las cadenas".
  1. Predación – Pablo Und Destruktion

Pocas voces hay más peculiares y distintivas que la del asturiano Pablo García, alias Pablo Und Destruktion, en el rock nacional. No tiene pelos en la lengua, como demostró ya en su primer disco, cantando una canción sobre sus deseos de estrellar una botella en la cabeza del hombre con quien su pareja le había sido infiel. O en Vigorexia emocional (2015), cuando tituló "Califato" una canción sobre la sensación de fin del mundo que a todos nos embarga. Pero no es ni mucho menos un charlatán, alguien cuya incontinencia verbal se asiente en la falta de reflexión. Al contrario, es de su reflexión obsesiva, excesiva, de donde brotan las canciones de este disco, que sigue la trayectoria introspectiva de un viaje espiritual: desde la impureza de estos tiempos, Pablo persigue un camino interior hacia la salvación, un camino que, concluye en "Herejes", solo puede ser recorrido individualmente, pero debe serlo por todxs. Se exploran el arrepentimiento, el amor, la familia o las raíces (tanto musicales, en la versión de la canción popular asturiana "A la mar fui a por naranjas", como culturales en un sentido más amplio) como pasos necesarios, como rutas de vuelta al inicio, como formas de "volver a ser otra vez puro y ligero". Como buen místico (la foto de la portada es el Éxtasis de Santa Teresa de Bernini), el método que nos propone Pablo es exigente, pero, independientemente de que le sigamos o no, oírle a él mientras hace su recorrido tiene algo de sublime y algo de animal, luz y oscuridad. El equilibrio que define, de momento, su carrera.
  1. SATURATION Trilogy – BROCKHAMPTON
En primera escucha, SATURATION deja sin aliento. Así de sencillo. Desde los ominosos compases iniciales de "HEAT", la fuerza arrolladora de este colectivo (boy band, según se autodenominan) te impacta y te fija al asiento. Para cuando JOBA chilla "FUCK YOU: I'LL BREAK YOUR NECK SO YOU CAN WATCH YOUR BACK", ya estás a muerte con ellos. Cuando el disco se cierra con la preciosa balada R&B "WASTE", has pasado por tantos picos y valles de intensidad, has escuchado tantos estribillos pegajosos, tantas voces tan diferentes y complementarias (¡siete vocalistas!), que no puedes esperar a volver a empezar. Pero lo mejor es cuando te enteras de que... hay dos discos más. Dos discos enteros. El título no es inocente: han saturado la escena hip-hop con tanta música y de tanta calidad en tan poco tiempo (seis meses) que pasarlos por alto no era una opción. Y, por si la música fuera poco, con ese eclecticismo tan de su generación donde caben lo mismo Frank Ocean que Tyler, The Creator que One Direction que Kanye West, están sus fantásticos vídeos, todos con la aparición de turno de "Me llamo Roberto". Lo cual me lleva al factor que más ilusiona: la mitología que han creado en torno a sí mismos, presentándose como un grupo de amigos que viven y crean juntos en su casa de Los Ángeles, que incluye a gente de todas las razas y orientaciones sexuales (el líder, Kevin Abstract, suele cantar sobre la homofobia a la que hace frente), y donde todo el mundo (cantantes, raperos, productores, creadores visuales, managers, incluso webmasters) cuenta como parte del grupo. Eso sí, ni una mujer; pero (¡sorpresón!) entre tanto "bitch" y "hoe", se cuela una estrofa de Matt Champion sobre la cultura de la violación, en "JUNKY". Y las críticas al racismo son recurrentes. Conclusión: estamos ante el grupo más proteico y divertido del hip-hop estadounidense. Y ya tienen nuevo disco en proceso...
Mejores canciones: (SAT-I) HEAT, GOLD, STAR, SWIM; (SAT-II) QUEER, JUNKY, SWEET, SUMMER; (SAT-III) BOOGIE, STUPID, SISTER/NATION, RENTAL
  1. Flower Boy – Tyler, The Creator
Parece que abrirse en torno a varios temas ha permitido a Tyler, The Creator producir su mejor álbum hasta la fecha. Por ejemplo, en torno a sus dificultades para crear ("last year in total, I put out two verses", rapea en "November"), o su soledad ("They say the loudest in the room is weak/That's what they assume, but I disagree/I say the loudest in the room/Is prolly the loneliest one in the room, that's me", en "911/Mr. Lonely") y necesidad de compañía ("I need some food, I could order/But I hate eating solo/Need someone [...] Ringy dingy dong, I can't be alone", en "Boredom"), o su necesidad de responder a los haters. Aunque, inevitablemente, en una cultura tan tradicionalmente homófoba como la del hip-hop, lo que más ha llamado la atención ha sido que haya hablado de sus relaciones con hombres ("I've been kissing white boys since 2004", en "I Ain't Got Time"). Sea como fuere, lo cierto es que Tyler ha conseguido transformar sus cavilaciones y preocupaciones en un disco excelso, que equilibra la agresividad de temas como "I Ain't Got Time" o "Who Dat Boy?" con la fuerza melódica de "See You Again" o "Boredom". La madurez emocional se traduce en madurez compositiva, y los sonidos son diversos pero, en conjunto, mucho más cálidos e inspirados por el jazz y el soul que en trabajos anteriores. La estética general es decididamente hip-hop costa oeste, con bajos muy saturados, percusión enérgica y cortante y poca influencia del sonido de Atlanta que domina el panorama actual. Cada nueva escucha revela detalles que van consolidando este disco como la joya que es.
  1. Crack-Up – Fleet Foxes

Helplessness Blues (2011) era un disco transparente en su poderosa celebración de todas las dudas que reflejaban las letras. Aunque explorase temáticas sombrías, era imposible entenderlo como otra cosa que optimista. Pero el grupo se tuvo que tomar un descanso que ha acabado durando seis años, porque las relaciones entre Robin Pecknold y sus compañeros, especialmente su amigo de la infancia Skyler Skjelset, estaban en un punto muy bajo. Todo este tiempo ha servido al cantante y líder para, además de estudiar en Columbia, rehacerse a nivel personal y enfrentarse a sus errores. Ese duro proceso se traslada al sonido de este Crack-Up, que es tan obtuso en su folk sinfónico como accesible era el anterior. Pero el premio final es igual de satisfactorio: bajo las cataratas de instrumentos extraños y detalles electrónicos, los cambios bruscos de dirección musical y las letras oscuras y duras, hallamos un relato de reconexión, de recuperar la ilusión y la capacidad para el disfrute a través de las relaciones humanas ("I am only owed this shape if I make a line to hold/To be held within one's self is deathlike, oh I know", canta en la central "Third of May/Ōdaigahara"). Una y otra vez, la tendencia al aislamiento (ese "I am all that I need" del primer corte) es contrarrestada por la necesidad de crear lazos y de luchar juntxs ("If You Need to, Keep Time on Me"; también hay espacio para hablar sobre Black Lives Matter, en "Cassius, -", y sobre el feminismo, en "- Naiads, Cassadies"). Crack-Up acaba siendo, en el fondo, más positivo que Helplessness Blues, y aunque requiera más esfuerzo, la solidez de todas y cada una de sus canciones hace que el nivel de disfrute sea también altísimo.
  1. 45 cerebros y 1 corazón – Maria Arnal i Marcel Bagés

Los dúos de voz femenina/guitarrista masculino están de moda en nuestro país. Desde aquel granada (2014) de Sílvia Pérez Cruz y Raül Fernández Miró, hemos visto una proliferación de emparejamientos (en algunos de ellos Raül repite, porque, de nuevo, parece estar en todos lados) que explotan la potencia vocal de una mujer y la expresividad en la guitarra de un hombre. ¿Puede llegar a saturarse el pop español de este formato? Francamente, ahora mismo da igual, porque estos dúos están produciendo alguna de la mejor música del ámbito hispano. Y Maria Arnal i Marcel Bagés son un ejemplo sobresaliente. Aparentemente de la nada, estxs catalanxs han producido un disco llamado a formar parte de la historia de la música popular hispana. El método empleado demuestra su conocimiento de la misma: han buscado y rebuscado letras, melodías y temas en archivos y mediante el boca a boca, como auténticos etnomusicólogos, y los han reconfigurado para darles sentido en 2017. Junto a esto han grabado, con un cuidado y una atención al detalle que asombra y conmueve, sus propias composiciones y versiones de otrxs autorxs más identificables, con el hilo conductor, precisamente, de la memoria histórica, y la falta de ella que define la España contemporánea. La canción que da nombre al disco versa sobre el hallazgo de dichos cuarenta y seis órganos momificados en una fosa común de tiempos de la Guerra Civil. "Desmemoria" usa y altera múltiples grabaciones de la voz de Maria para decir sin terminar de decir, borrar lo que está ante nuestras narices, recreando lo que nos sucede con nuestro pasado político: no lo podemos nombrar. En "La gent", convierten en canción un poema de Joan Brossa que nos recuerda el poder que tenemos como pueblo ("amb una vaga general d'una setmana/n'hi hauria prou per a ensorrar l'economia"). "Canción total" parodia sin piedad nuestra sociedad de "socialdemocracia y tibieza" y genera una gran tensión en sus compases finales (algo en lo que el dúo es experto). El bellísimo y desolador "Ball del vetlatori" narra el velatorio de un niño pequeño. "A la vida" tiene aquí una intensidad desatada, frente a la contención de la original de Ovidi Montllor, que nos hace acompañar a Maria al gritar "canto a la vida, si", signifique esto lo que signifique (a veces lo sabemos con certeza y otras no tenemos ni idea). También hay espacio para explorar las profundidades del deseo en la espacial e inapelable "Tú que vienes a rondarme" y en "No he desitjat mai cap cos com el teu". Porque si algo comprenden Maria y Marcel es que de lo que va todo esto, la política, la música, la cultura, la vida, es de "l'alegria quotidiana" ("Tu saps"), de que la vida diaria no sea tan mísera y cruel. Ellxs nos muestran un camino: el de hacer que la historia cobre vida y nos hable del presente. Y nos ponen la banda sonora.
  1. DAMN. – Kendrick Lamar

Kendrick Lamar es el mayor artista musical de nuestro tiempo. Discutir esto parece absurdo: ¿quién más puede presumir de copar las listas de lo mejor del año con cada disco de estudio, de tener más de cuatrocientos millones de reproducciones en YouTube, y de que una de sus canciones se convierta en himno improvisado de Black Lives Matter, todo a la vez? Ahora bien, como gran artista que es, K-Dot no podía quedarse anclado en la propuesta de su obra maestra, To Pimp a Butterfly (2015). Los sonidos funk, jazz y soul de aquel álbum tenían fuerza porque servían para anclar la vida de Kendrick y, a través de ella, la realidad de lxs afroestadounidenses de hoy, en los problemas y en las soluciones de ayer, en la historia de un pueblo, de su opresión y de su resistencia. El potencial aparentemente ilimitado de este sonido, el exceso de talento que supuraba el mejor disco de la década, quedó reconocido por el propio artista cuando lanzó untitled unmastered. (2016), una colección de demos y caras B sin pulir que fue igualmente aclamada. Pero hasta ahí: a Kendrick le da igual que hasta los descartes de su anterior proyecto sean elogiados, porque es su anterior proyecto. Nada de aquello cabía en este DAMN. que ha optado por estilizar hasta el extremo un sonido mucho más "comercial", que no facilón ("Last LP I tried to lift the black artists/But it's a difference between black artists and wack artists", explica él mismo en "ELEMENT."). En algunos cortes es más agresivo que nunca: el trabajo de Mike WiLL Made-It en los cortes más exitosos del disco, "HUMBLE." y "DNA.", es ejemplar. La energía oscura y contenida de sus beats no eclipsa en ningún momento la potencia vocal del MC más elocuente del momento, sino que, al contrario, la complementa. Por otro lado, "LOVE.", con Zacari cantando el estribillo, es probablemente la canción más dulce que Lamar haya grabado nunca, y sale airoso también de este radical cambio de tono hacia un pop insuflado de sabor R&B e incluso un poco latino. También hay sitio para el comentario político, como en la ciclotímica "XXX." (gran sorpresa que la participación de U2 aquí funcione tan bien). Y una de las marcas de la casa, las canciones en que en cada estrofa se canta desde un punto de vista diferente, está representada en la monumental "FEAR.", que repasa los miedos de Kendrick a los 9, 19 y 29 años. Pero tal vez lo que no encontramos en DAMN. es ese elemento de conjunto, ese hilo conductor que convertía escuchar good kid, m.A.A.d. city (2012) o TPAB en una experiencia no solo envolvente, sino trascendente. Este disco engancha, pero no conduce a ningún lugar concreto, salvo a reconocer, como hace Kendrick en el corte final, "DUCKWORTH.", la serendipia de estar vivo. La primacía de la estética sobre lo narrativo hace de este un disco con menos capas, pero al mismo tiempo el triunfo de Kendrick es completo: se ha convertido en el referente absoluto, el rapero de vanguardia, el que marca el estilo. Apenas una semana después de lanzar el álbum, todo el mundo coreaba sus letras en Coachella; quizás no tengas una epifanía al escuchar DAMN., pero joder, te garantizo que vas a menear la cabeza.
Mejores canciones: HUMBLE., ELEMENT., XXX., FEAR.
  1. Black Origami – Jlin

La historia de Jerrilynn Patton, alias Jlin, resulta de lo más interesante. La compositora de música electrónica de Gary, Indiana (el pueblo de donde salieron Michael Jackson y sus hermanos), había empezado a estudiar arquitectura técnica en Purdue, muy cerca de casa, pero lo dejó cuando se enamoró del footwork, el género de música electrónica de baile propio de Chicago (ciudad que le quedaba aún más cerca). Empezó a trabajar en una siderúrgica en Gary y compaginaba esto con crear enrevesados temas de una velocidad endiablada (160 bpm). Pero ella nunca iba a Chicago, ni bailaba: ella componía desde su habitación, escuchaba y compartía música por internet. Solo dejó su empleo cuando Dark Energy (2015) le dio suficiente visibilidad como para ganarse la vida con la música; pero nunca se ha ido de Gary. ¿Se puede oír el rastro de la dura vida de la obrera industrial en su música? ¿Se percibe el sufrimiento del Medio Oeste, cada vez más despoblado, abandonado y denigrado en la era de la globalización? ¿Hay referencias veladas al racismo que la elección de Trump puso en evidencia en la región? Probablemente. Es tentador buscar ese tipo de conexiones. Se pueden sacar muchas conclusiones en torno a esto, las que unx quiera. Pero lo único cierto es la música. Y en Black Origami, la música es tan oscura e intrincada como la imagen que el título sugiere y la portada ilustra. Jlin trasciende el footwork para acceder a una región del alma humana solo transitable por quienes no se atan a la comodidad y seguridad de las etiquetas. Esto no es música de baile; no en el sentido tradicional. No hay aquí melodías, apenas hay voces. Tenemos ritmos y contrarritmos, percusiones metálicas y frías que se estrellan entre sí, generando explosiones de ruido diseñadas milimétricamente para desorientarnos y hacernos sentir perdidxs en la negra inmensidad. Sus canciones carecen por completo de estribillos: por lo general, los motivos duran unos pocos compases y ceden paso a otros nuevos. Esto nos arrebata cualquier marcador o guía: no hay a qué aferrarse para saber dónde nos encontramos, de dónde venimos y qué nos espera más adelante. Avanzamos y avanzamos y nos vemos arrastradxs a tormentas informes, de las que salimos al otro lado con vida, pero no ilesxs. La música no contiene moraleja, pero si escucharla no te toca, si no te hace cuestionarte qué acaba de pasar y qué te dice eso de ti mismx, es que no has estado prestando atención. La precisión arquitectónica de estas composiciones esconde una animalidad que la dota de vida; o más bien, la enloquecedora convulsión de este totum revolutum hace emerger, asustada, nuestra propia animalidad, y nos toca de maneras inesperadas e imprevisibles. Black Origami es ese espejo oscuro que nos devuelve imágenes fracturadas de nosotrxs mismxs; recomponer las imágenes, darles un sentido (que no "entenderlas": aquí no hay punto final que valga), es una tarea a la que se puede volver una y otra vez, con solo pulsar el play. ¿No es esta una metáfora de la vida, esa exégesis constante, más interesante que todas las referencias explícitas a la política que se nos puedan ocurrir?
Mejores canciones: 1%, Hatshepsut, Carbon 7 (161), Black Origami
  1. Los Ángeles – Rosalía

Rosalía no ha revolucionado el flamenco, ni viene a salvarlo, ni nada por el estilo. El flamenco no necesita que lo salven. Es necesario denunciar el racismo antigitano que este año, más que nunca, se ha hecho evidente en la cobertura mediática del "fenómeno Rosalía", y debemos ser conscientes de que una parte importante del potencial comercial de este disco y de su autora, de por qué triunfa tanto a nivel de público como, sobre todo, de prensa (con los efectos que esto tiene sobre el público), es que es paya. Pero una vez dicho todo esto, Los Ángeles sigue siendo un disco conmovedor que derrocha talento vocal y que sacude con inusitada fuerza. "Si tú supieras, compañero" nos engaña, de inicio, con esa tierna voz infantil (la hija de Raül "Refree", productor y guitarrista, una vez más) y esas mínimas notas de guitarra; "y aunque mi cuerpo ha corrío/del mundo leguas y leguas/como aquí me he dejao el alma/aquí he venío a por ella", casi nos susurra Rosalía una letra de su adorada Niña de los Peines, y pensamos que el viaje ha acabado y que la escucha será el descanso. Nada más lejos de la realidad: la canción termina con un violonchelo inquietante que crece y crece hasta abarcarlo todo y, solo entonces, se difumina. Antes, ha habido referencias a morir a puñaladas, de (metafórica) sed o en un duelo con el mismísimo astro rey. Desde este momento, la intensidad apenas dará mínimos respiros, los justos para no asfixiarnos: "De Plata" hipnotiza con su feroz guitarra y sus fraseos interminables; "Nos quedamos solitos" dibuja la escena nocturna de dos hermanos que acaban de perder a su madre; "Catalina" nos cautiva para al final contarnos la redacción de un testamento en el lecho de muerte; "Día 14 de Abril" se desliza por aguas oscuras hasta hallar luz en la dolorosa mirada del ser amado, que compara, de nuevo, con puñales. "Ya yo he dicho que a tu entierro/No lo pasen por mi puerta/Porque no quiero mirarte/Ni a la carita, ni viva ni muerta", canta Rosalía en "Por mi puerta no lo pasen", emulando a Antonio Chacón (vía Enrique Morente), y consigue que parezca que se lo está diciendo a alguien ya difunto. Incluso la guajira, palo de armonías alegres, se convierte, en la garganta de Rosalía y con letras prestadas entre Pepe Marchena y Abelardo Barroso, en una sombría visita al sepulcro de la amada. Inmediatamente después encontramos una murder ballad, unos fandangos de Manolo Caracol, "Por castigarme tan fuerte", en la que se usa con gran éxito la superposición de pistas de voz de Rosalía, creando un eco que es propulsado por la insistente guitarra de Raül. "La Hija de Juan Simón", que con tanta fuerza cantase Antonio Molina, se recrea aquí con un magistral control de las subidas, las bajadas y las pausas. Una sorprendente saeta de Juanito Valderrama, "El redentor", da paso al bonus track, una versión de la devastadora "I See A Darkness" de Bonnie Prince Billy; y con los pelos de punta, tal como empezamos, acabamos esta escucha que nos hace asomarnos una y otra vez al precipicio de la muerte, pero siempre nos rescata en el último momento. Entrar en disputas por géneros (¿es flamenco, es folk, es una mezcla?) parece del todo secundario ante tal despliegue de emoción y madurez artística.
  1. Para quienes aún viven – Exquirla

Diciembre de 2016:

  • Pues, ¿a que no sabéis quiénes están haciendo un disco juntos?
  • No, ¿quiénes?
  • Niño de Elche y Toundra.
  • ¡Qué dices!
  • ¿Y esos quiénes son?
  • Niño de Elche es un cantaor y Toundra es un grupo así, como de metal, pero también estilo Sigur Ros, no sé.
  • Pero sin cantante, como Explosions In The Sky.
  • Ah. Y entonces están haciendo un disco.
  • Sí.
  • Qué buena pinta, ¿no?
  • Si vosotrxs lo decís... A mí un cantaor y un grupo de metal no me pegan ni con cola.
  • Eso es porque no les has escuchado, yo creo que no va a ser en plan Fausto Taranto ni nada parecido. Niño de Elche es muy raro, no hace flamenco así al uso.
  • Y Toundra son muy, muy buenos. A mí (IV) me flipó.
  • Yo soy más de (III).
  • ¿(III) y (IV)? ¿Así se llaman los discos? Pues qué originales.
  • Ya, eso es de coña. Pero a ver, yo me fío de ellos. Si están haciendo música juntos, es que va a estar guay.
  • Va a ser interesante escuchar la música de Toundra con voz.
  • Bueno, pues cuando salga me decís.
Febrero de 2017:
  • ¡Oye, salió el otro día el disco de Exquirla!
  • ¿Exquirla?
  • Sí, Toundra y Niño de Elche.
  • Curioso nombre se han puesto.
  • Sí, mola, no sé.
  • Me escuché una canción y me pareció guay.
  • Hmm. Igual me lo escucho, si tanto insistís.
  • Oye, podríamos hacer una cosa. ¿Y si quedamos para escucharlo?
  • En plan, ¿lxs tres?
  • Sí, es que no sé... tengo la sensación de que es para eso.
  • Yo lo que escuché, desde luego, no era de escucha ligera. Era música muy heavy.
  • ¿En qué sentido?
  • De la que tienes que estar centradx, con toda la atención puesta en eso. No es música de fondo.
  • Ah, pues eso mola. Me estáis convenciendo.
  • Que sí, que sí. Yo tengo un buen equipo de sonido. Quedamos en mi casa uno de estos días.
  • Venga, va.
Marzo de 2017. Antes:
  • Bueno, ¿todo listo?
  • A ver, espera, repíteme lo del poema.
  • Pues que las letras del disco son de un poema de Enrique Falcón, un poeta valenciano. Muy político. Se llama La marcha de 150.000.000.
  • ¿Eso el poema o el disco?
  • El poema, el poema.
  • El disco se llama Para quienes aún viven.
  • Vale, y me decís que va de...
  • Pues como de la crisis de los refugiados, más o menos.
  • Sí, de los grandes movimientos migratorios... a ver, es poesía, yo qué sé, será sutil y eso.
  • Eso espero, porque no suena muy poético. Que está bien, ¿eh? Pero no sé. Y me dices que no es de ahora.
  • Qué va, el poema se tiró escribiéndolo de 1993 a 2008. Y son cinco partes y un montón de cantos.
  • Y mirad, tiene como notas al margen. Qué fumada.
  • Bueno, vamos al disco, que si no yo esto no lo pillo.
Marzo de 2017. Después:
  • Joder. Joder. ¿Cómo están esos cuerpos?
  • Me siento como si me hubieran pasado los ciento cincuenta millones por encima. Qué bestialidad.
  • Ahora entiendo el nombre del disco. Es que si sigues vivo después de oírlo es un milagro.
  • A mí se me ha escapado una lágrima. Con la de "Un hombre".
  • ¿Ese chillido era la voz de Niño de Elche?
  • Sí tío, sí. Qué animal.
  • Y "Contigo", qué bonita, joder.
  • Y en la última, ¿habéis oído lo que decía? "Europa muda, el cementerio blanco donde puede terminar el ahogado sus cánticos dormidos".
  • Hostia, qué hardcore. Pero a mí de todas formas la que más me ha flipado es la de "Destruidnos juntos". Qué final.
  • Yo con "El grito del padre" me he transportado, es como hipnótica... Igual que ese momento en "Hijos de la rabia", cuando todo se para y dice lo de "Avanzad con nosotros".
[...]
  • Es muy fuerte esto.
  • Sí.
[...]
  • Oídme. Quiero hacer algo.
  • ¿Qué?
  • No sé, algo. Algo que tenga que ver con esto. Yo así no me puedo quedar.
  • Ya entiendo. Yo estoy igual.
  • Yo creo que antes necesito comer. ¿Me pongo a cocinar?
  • Nos ponemos.
  • Venga, va. Y después hacemos algo. Juntxs.
  • Juntxs.

Mejores canciones: si has llegado hasta aquí y piensas que tiene sentido recomendar canciones sueltas de este disco, o me he explicado mal o no te has enterado de nada.